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Un fin de semana viajando en coche por Normandía
Muchas veces, a la hora de elegir un destino, nos sentimos limitados por temas económicos o incluso por horarios. El vuelo que nos cuadra en el presupuesto sale demasiado temprano o demasiado tarde y no hay servicios de transporte regulares desde el aeropuerto; sólo hay un tren al día, hay que cogerlo en una ciudad lejana, hace mil paradas y tarda un montón de horas; no hay autobuses regulares que hagan el recorrido que queremos… Pero también muchas veces pasamos por alto destinos que son relativamente cercanos y que, si haces en compañía de otros conductores, pueden resultar muy interesantes para hacer un road trip en coche.
Mis primos y yo hemos optado por viajar de esta forma en más de una ocasión. Aprovechando que uno de ellos vive en Caen, hace dos años fijamos en esta ciudad francesa nuestro campamento base (que es una forma más interesante de decir que «tiramos las colchonetas hinchables en el salón de su casa») e hicimos un recorrido por la zona del desembarco de Normandía, esta vez en el coche de mi primo, pero lo cierto es que estuvimos valorando alquilar uno por si no pudiéramos contar con él, ya que por suerte hay oficinas de Sixt por todo el mundo y nos daban la posibilidad de alquilar un coche todo el fin de semana para los cuatro por poco más de 20€ cada uno.
Evidentemente, lo primero que visitamos fue Caen. Al hacer noche allí era una buena opción empezar viendo esta ciudad que, a pesar de que fue destruida casi en su totalidad durante la Segunda Guerra Mundial, conserva un impresionante castillo y un importante número de iglesias y monumentos históricos. Además, al no tener prisa por movernos, aprovechamos para cervecear tranquilamente en las terrazas de sus bares.
Al día siguiente y con resaca las pilas recargadas, hicimos un recorrido que empezó cruzando el nuevo puente Pegasus en dirección a Arromanches, donde tras pasear por la playa de Gold Beach, plagada de bloques de hormigón que pertenecieron a un puerto mulberry, visitamos el museo del desembarco y nos comimos un buen plato de moules-frites o, lo que es lo mismo, mejillones con patatas fritas.
Nuestro viaje continuó dirigiéndonos hacia el cementerio americano de Omaha-Beach, no sin hacer antes una parada para contemplar las baterías alemanas de Longues-sur-Mer. Pasamos un buen rato buscando a los medalla de honor como nos recomendaron que hiciéramos pero, llamadnos torpes, no encontramos a ninguno de los tres que se supone que hay así que, como nos faltaba mucho por ver, sólo nos detuvimos un rato en Pointe-du-Hoc.
Ya de vuelta, como estábamos asados de calor y no teníamos ropa de baño, fuimos recorriendo los puestos y tiendas que había por los pueblos de la costa en busca de bañadores para darnos un chapuzón de última hora. Los precios que se veían eran completamente disparatados, y nuestras ganas de bañarnos iban en aumento, con lo cual, buscamos una playa nudista que supuestamente hay cerca de Merville, y realmente no se si la encontramos o no, pero como por allí había un señor en cueros, pues nosotros nos fuimos en cueros al agua también (perdonad que de aquello no haya fotos ;)).
Dejamos bastantes cosas en el tintero (buena excusa para tener que volver), pero no íbamos a estar muchos días, y también queríamos visitar algunos lugares más, como el impresionante (y masificado) Mont Saint-Michel, del que ya os hablaré, porque merece un artículo para él solo.