Matmata, los bereberes y sus casas trogloditas
En contraste con el norte y la zona costera, el sur de Túnez es muy pobre. Los desiertos hacen que el suelo sea un desastre para la agricultura y deben vivir de su ganado y casi aislados del resto del país. Pero el sur es también un lugar perfecto para conocer a los bereberes, los primeros y auténticos habitantes de Túnez. Y en Matmata encontramos unas construcciones únicas, excavadas en la roca viva: las casas trogloditas.
Estas viviendas son muy curiosas, un conjunto de galerías cavadas que desembocan en salas bastante amplias. La roca aísla del sofocante calor tunecino de una forma asombrosa, bajando unos 6º o más la temperatura en cuanto damos un par de pasos dentro. Suelen tener un patio abierto al cielo que sirve de separación y comunicación con las distintas estancias de la casa, en una distribución bastante centralizada. Es curioso cómo algunas habitaciones se disponen en forma de litera, teniendo que subir por escaleras a las superiores; una buena forma de ahorrarse trabajo cavando estancias grandes que pueden hundirse fácilmente. El ganado también lo refugiaban en estas construcciones, pero siempre separados de donde viven ellos.
En muchas de las puertas hay dibujados peces y una jamsa a modo de símbolos protectores. Contrariamente a lo que se cree, no tienen ningún significado religioso en su origen, que es pagano. El pez es un simboliza la abundancia y la jamsa protege de la mala suerte y el mal de ojo, lo que en conjunto representa un hechizo poderoso. Muchas religiones los han adoptado como propios, pero los bereberes los han usado desde antes de conocer el Islam.
Actualmente la población bereber de Túnez es muy reducida, menos de un 5%. Esta etnia se caracteriza por tener los ojos claros y el pelo rubio, en contraste con los árabes, que los tienen oscuros. Los Amazigh, como se llaman a sí mismos, reciben el nombre popular de bereberes debido a los romanos, quienes al llegar a África les llamaban bárbaros, como a toda la gente que no era del imperio.
En el siglo XI la invasión de los árabes obligó a los amazigh a excavar cuevas para protegerse y defenderse, y una vez finalizados los conflictos, decidieron seguir viviendo allí. Hoy en día se han perdido muchas casas trogloditas debido a inundaciones que las hundieron, pero perduran unas 300, la mayoría deshabitadas. Muchas de las cuales han sido restauradas para que se puedan visitar, y el gobierno ha promovido el turismo en la zona, dado subvenciones para mejorar las comunicaciones y la calidad de vida de los habitantes, que disponen de luz eléctrica y autobuses de línea para desplazarse.
Así que si pensáis que Túnez tiene poco que ofrecer lejos de los complejos hoteleros, pensad otra vez en la respuesta y adentráos en la zona bereber del país, su amabilidad y su forma de vida os hará cambiar de opinión.
Me ha gustado mucho ésta parte de Túnez y las fotografías te trasladan directamente allí y bueno, una broma ,tan pobres no serán con esos higos chumbos a la puerta!
🙂 Me encanta el desierto, no por la pobreza, por los paisajes y la sencillez y simpatía de los que los habitan
El desierto es fascinante, y como dices, no por la pobreza, sino por los paisajes y la humildad con la que viven sus habitantes. Podríamos aprender mucho de ellos 🙂
Maravillosos lugares donde uno va decubriendo los misterios de la tierra y sus habitantes tan adaptados a la naturaleza y desprendidos de tantas cosas superfluas de este mundo.Fantástica mi experiencia h mmana ber podidm Voama compartir una se