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Recorriendo las plazas de Roma (1ª parte)
Roma es uno de los destinos preferidos por los españoles a la hora de viajar al extranjero; por suerte tenemos buenas combinaciones aéreas que nos permiten ir cualquier fin de semana. Por ejemplo, podemos volar con Air Europa, con la que podemos ir por poco más de lo que nos cuestan un par de entradas de cine con palomitas, o como en nuestro caso, coger vuelos directos con EasyJet para aprovechar la variedad de horarios que tiene.
Aunque la capital del antiguo Imperio Romano está llena de grandes monumentos, la multitud de plazas que contiene la ciudad son un pequeño tesoro donde podemos pasarnos horas observando a la gente y disfrutando de un descanso en nuestro recorrido por la ciudad. En el viaje que el verano pasado hicimos Alberto y yo, recorrimos algunas de las más importantes.
Aprovechando que nos alojábamos cerca, comenzamos nuestra ruta por la Piazza del Popolo, una amplia plaza coronada en su centro con un obelisco egipcio dedicado a Ramsés II de 36 metros (pedestal incluido). Alrededor de éste 4 fuentes con estatuas de leones vigilan a los turistas, quienes suelen hacerse fotos subidas a ellos. Desde la plaza podemos observar las llamadas «iglesias gemelas», Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto, construidas en el siglo XVII. En realidad no son gemelas y si uno se fija puede apreciar pequeños detalles diferentes, pero su gran parecido y el estar una junto a la otra les ha valido este sobrenombre. La plaza se encuentra junto a la puerta norte de las antiguas murallas aurelianas, y la mezcla de estilos arquitectónicos de los diferentes elementos la hace atractiva (supongo que como todo en Roma :)).
Desde la Piazza del Popolo seguimos la Via dei Babuino para llegar a la Piazza di Spagna. Inmortalizada en la película Vacaciones en Roma, lo más conocido son los escalones que trepan hasta la iglesia de Trinità dei Monti. A los pies de las escaleras tenemos la Fontana della Barcaccia, de Bernini. Nosotros no paramos mucho aquí, ya que la masificación por el turismo era especialmente molesta, pues es una de las plazas más conocidas de Roma, y todo el mundo se agolpaba en la parte con sombra, dejando poco sitio para bajar o subir. Además, tampoco pudimos acercarnos a la fuente; parece que estaban rodando algún anuncio y apenas podías aproximarte.
Para la siguiente parada, se puede coger el metro en la estación de Spagna o ir andando. La segunda opción es más práctica, ya que el metro está bastante lejos de la piazza di Spagna y andando podéis admirar las calles y edificios del camino. Nuestro recorrido termina en la Piazza della Repubblica, por donde discurren calles importantes de la capital italiana y que comunica directamente, por ejemplo, con el monumento a Vittorio Emanuele II. En ella se encuentra la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires, integrada dentro de las Termas de Diocleciano, y cerca de ella tenemos también la ópera de Roma. La plaza es transitable para los coches y en el centro de la enorme rotonda tenemos la fuente de las Náyades, que representa a cuatro ninfas y al dios Glauco. Cada una de las ninfas va acompañada de un animal, y a pesar de estar a pleno sol es un pequeño oasis si, como nosotros, vais en verano a visitar la ciudad. Muchos turistas se descalzan y chapotean sentados en sus bordes, dejando que las gotas de la fuente les hagan olvidar el sofocante calor húmedo mientras admiran los edificios que rodean la plaza, construidos en el siglo XIX.
Por supuesto estas no son más que una pequeña parte de las plazas que Roma brinda al visitante con ganas de recorrer sus calles, pero eso es algo que hay que descubrir una vez pones los pies en la Ciudad Eterna 🙂
Recursos:
El coliseo de Roma: la grandeza de un imperio
Si uno piensa en Roma, lo primero que le viene a la cabeza es el impresionante anfiteatro que se ha convertido en el símbolo más famoso de la ciudad. Y cuando visitamos la ciudad eterna, tenía claro que no quería irme sin entrar al Coliseo. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980 y una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo Moderno, supone una visita obligatoria para cualquier turista.
Tras salir del metro que te lleva hasta allí, es lo primero que te encuentras, y no puedes evitar quedarte parado mirando a las alturas de este gigante en ruinas. Para intentar evitar aglomeraciones, nosotros fuimos a visitar el foro romano y el monte Palatino, que se encuentran a escasos 200 metros pasando el precioso Arco de Constantino, en la via di San Gregorio. Sin embargo, no resultó la estrategia y nos encontramos con una cola larguísima para acceder al Coliseo. Por suerte habíamos adquirido el Roma Pass, que nos permitió pasar por otra entrada adyacente a la normal, sin esperas ni empujones.
Este gigante impresiona a pesar de ser una sombra de lo que una vez fue. Usado durante casi 500 años para los festejos sangrientos del Imperio Romano, tenía una capacidad para 50.000 personas y tres pisos de altura, lo que hace que cuando llegas al borde de la arena, no sepas adónde mirar y te sientas rodeado. La arena está muy desmejorada y no se usa, aunque han puesto tablas de madera en una parte de uno de los extremos, por donde salían los gladiadores, y las visitas guiadas tienen la suerte de disfrutar la vista de los luchadores. Las gradas han desaparecido casi por completo, y sólo queda una pequeña sección de asientos cerca de donde se situaba el palco de honor del César. El estado ruinoso en el que se encuentra se debe a que se utilizó el mármol de la fachada exterior, asientos, etc. para construir otros edificios de la ciudad durante los siglos XV y XVI, llegando ésta a casi desaparecer. De hecho han tenido que construir contrafuertes para mantener en pie lo poco que queda de ella.
El segundo nivel tiene los pasillos interiores reconstruidos y habilitados con una tienda de souvenirs y una exposición con objetos encontrados en su interior, su historia, planos y reconstrucciones, lo que da una idea aproximada de la grandeza de este edificio lúdico del Imperio Romano. Y de su resistencia, puesto que ha sufrido varios incendios y terremotos, y sigue en pie demostrando que es una construcción muy sólida. Hay un tercer nivel, pero sólo se puede acceder con las visitas guiadas y nosotros íbamos por libre; pero seguro que tiene unas vistas impresionantes 🙂
El Coliseo de Roma se ha ganado a pulso su lugar como símbolo de la ciudad, y sigue siendo imponente a pesar de lo mal que se lo ha tratado en el pasado. Símbolo del poderoso Imperio Romano, de su país Italia y del contraste de su capital, sobran los motivos para visitarlo si visitas la Ciudad Eterna.
Recursos:
Vídeo: Un fin de semana en Roma
Roma es una ciudad muy difícil de condensar en unas pocas imágenes, pero he intentado transmitir nuestra experiencia allí para que veáis algunas de las cosas que podéis encontrar en la Ciudad Eterna. Espero que os guste el vídeo tanto como a mí realizarlo 🙂
Las maravillas de los Museos Vaticanos
No soy amigo de pasarme muchas horas en los museos cuando viajo por pocos días, pero en nuestra pasada visita a Roma decidí hacer una excepción con los museos vaticanos para ver lo que todo el mundo considera una visita indispensable y comprobar de primera mano si realmente merece la pena.
Fuimos caminando desde el apartamento que encontramos en Oh-Rome, que estaba situado muy cerca de la parada de metro de Ottaviano-San Pietro, así que podíamos llegar en poco más de 10 minutos. Por lo que nos habían comentado esperábamos encontrarnos con una cola de espanto pero, quizás por ser lunes, tampoco fue algo exagerado. Hubiera sido diferente si hubiéramos ido un domingo a fin de mes, ya que los últimos domingos de cada mes la entrada es gratuita y se forman enormes aglomeraciones. De todos modos nosotros habíamos comprado las entradas por internet, algo muy útil para evitar las colas, así que ni siquiera tuvimos que esperar.
Lo primero que me llamó la atención fueron las medidas de seguridad que había nada mas entrar. Como si de un control de aeropuerto se tratase, tuvimos que pasar las bolsas de las cámaras, los móviles, las llaves y el cinturón por la máquina de rayos X, y dejar el trípode en el guardarropa tras cruzar un arco detector de metales.
Para acceder hay una impresionante rampa en espiral y unas escaleras mecánicas. Nosotros escogimos el camino largo y pudimos contemplar réplicas de madera de distintos barcos y canoas procedentes de todo tipo de culturas y rincones del mundo. Yo lo recomiendo porque son una maravilla, aunque haya que andar bastante más. El Patio de la Piña sirve de antesala a los museos, con una enorme escultura de una esfera metálica que gira en el centro.
Nada más entrar nos encontramos una extensa galería llena de bustos y estatuas grecorromanas de todas clases, un buen comienzo pero que después de una hora saturaba un poco para alguien que no entiende mucho de arte. A lo largo de las salas que visitamos contemplamos estatuas, tapices, pinturas y frescos, griegos, romanos, egipcios, etruscos, etc., en una colección muy extensa y que sin duda es de un valor incalculable. La sala que más me gustó fue una que contenía exclusivamente estatuas de animales, con una variedad, realismo y movimiento sorprendentes. Lástima que no se pudiese acceder a ella y a través del pasillo apenas pudiera ver todo lo que había allí dentro.
Los techos de las salas también son espectaculares, puedes recorrer los museos mirando hacia arriba perfectamente. Después de varias horas llegamos a la famosa Capilla Sixtina. Me impresionó el detalle y la cantidad de pinturas, pues está completamente pintada, desde la pared al techo. Me habían dicho que no se apreciaba nada porque estaba muy alta la bóveda, pero no es cierto, a pesar de la altura se pueden admirar las obras de Miguel Ángel perfectamente, aunque la postura no sea demasiado cómoda. También hay que decir que la actitud de la gente no ayudaba nada, hablando casi a gritos y tirando fotos a pesar de que se pedía silencio y no hacer fotos. Pero merece la pena verla, tiene su fama bien merecida.
No pudimos ver el otro ala de los museos vaticanos, pues se nos hizo la hora de cerrar, aunque a lo mejor habíamos tenido suficiente mármol por un día. Las mal llamadas escaleras de Bramante conducen a la salida, y digo mal llamada porque realmente fueron construidas por Giuseppe Momo y no por Bramante. Se trata de dos escaleras helicoidales que dan el efecto de ser una sola porque bajan en el mismo lugar.
Estando dentro de los museos se desató una tormenta que a la salida se había convertido en un diluvio, y la gente se apelotonaba sin ganas de mojarse. Los los accesos a los museos vaticanos están llenos de puestos y de gente que vende todo tipo de souvenirs, pero mágicamente ahora todos vendían paraguas y chubasqueros. No sé de dónde los habían sacado, o si habían transmutado los rosarios como si fueran alquimistas.
En resumen, los museos vaticanos tienen fama de visita imprescindible, y aunque no entiendas de arte merecen mucho la pena. Eso sí, prepárate para pasar un día entero allí, ¡porque son enormes!