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15 días por Japón día 04: Takarazuka y Fushimi Inari
– Escrito originalmente el 30 de marzo de 2010 –
Por fin el jet lag hizo su aparición y casi hacemos novillos en lugar de levantarnos como las personas mayores, menos mal que el plan de hoy nos hacía ilusión, que si no nos quedamos calentitos en el futón. Hoy tocaba el Museo Tezuka, dedicado a Osamu Tezuka, dios del manga. El museo se encuentra en Takarazuka, ciudad «pija» de la zona, donde el mercado del ladrillo se ha extendido por las laderas de las montañas dejando un paisaje feísimo lleno de edificios en mitad de las laderas. Esta ciudad es conocida por el teatro Takarazuka, en el que todos los papeles de las obras los interpretan mujeres; ¿que cómo se ve una señora vestida de hombre? Afeminada, lo que no desentona con lo andróginos que son los hombres. Paseamos por una de las calles principales de la ciudad, llena de sakura y sin un solo conbini. Es la primera vez que veo una ciudad en la que no hay un conbini en más de un kilómetro; tanta pijería para luego no comprarnos el tentempié de media mañana.
El museo Tezuka está bastante bien, en su puerta hay una estatua enorme del fénix de Hi no Tori, perfiles metálicos de sus personajes y un Hollywood Boulevard para sus estrellas animadas. Por dentro puedes encontrarte una amplia biografía ilustrada con fotografías, anécdotas y sus cuadernos, donde desde muy pequeño ya creaba historias. Vimos una película que decía lo mismo que la exposición, y en la que casi nos quedamos dormidos, maldito jet lag. Al final de la exposición tienes una tienda de souvenires con cosas bastante curiosas como las galletas de Jack Black o Astroboy, una biblioteca con ejemplares de todas las obras en todos los países donde se han publicado y ejemplares originales de los magazines donde se publicaron sus historias y sus recopilaciones. También hay pantallas con juegos para los críos, para pintar personajes en papel semitransparente, colorearlos, etc. Podría ser mucho mejor, pero te haces una buena idea de lo grande que es este hombre y lo que significa para el mundo hoy en día, aunque no nos demos cuenta de hasta dónde llega su influencia en el mundo de la historieta.
De regreso a la estación encontramos ¡un conbini! Aunque claro, al lado del andén, y picamos algo para aguantar hasta la comida, que devoramos como gatos salvajes. En mi línea de no comer nunca lo mismo, probé el curry de carne de vacuno con una sopa de miso que me supo a gloria, y repuestas fuerzas nos fuimos a Fushimi Inari.
Fushimi Inari es un santuario de Kyoto que tiene una particularidad: un camino que sube por la montaña lleno de torii, puertas rojas de esas que hay a las entradas de los santuarios sintoístas. Aunque hay mucha gente subiendo y bajando continuamente, al estar tan juntos los torii unos de otros parece que estés en un túnel larguísimo y te aísla bastante, ideal para dar un paseo tranquilo.
Otra cosa curiosa es que en lugar de los típicos gigantes a los lados de las puertas de los templos, en éste las flanquean zorros o kitsune, animales mitológicos que pueden transformarse en cualquier ser.
En la parte superior del camino había otro bosque de bambú con las cañas mucho más apretadas y cuando hace viento, se oye el entrechocar hueco. Lástima que se parara el aire cuando estuvimos.
Por la noche, decidimos que ya era hora de ir al McDonalds a probar las hamburguesas raras que hay aquí. La verdad es que la de teriyaki estaba buena, pero es MUY pequeña, me quedé con hambre y tuve que comprarme una McPork, hamburguesa de cerdo, que también estaba muy buena, pero igual de pequeña, claro que por 100 yenes no puedes pedir mucho 🙂
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15 días por Japón día 02: Osaka
– Escrito originalmente el 29 de marzo de 2010-
Tras una noche en la que podríamos decir que morimos de lo cansados que estábamos, nos fuimos a Osaka a pasar el día y ver sus hitos. Nos acompañaba Vicente, un amigo de Zumito que vive en Nagaoka y tiene un restaurante español. Así que tras una entrega de productos patrios que llevábamos en la maleta, salimos para allá. Osaka está a 40-50 minutos de Kyoto, pero el viaje en tren, hablando y pasando el rato, se hace entretenido; además el paisaje es bastante bonito, saliendo del valle en el que se encuentra Kyoto y que la aísla del clima exterior. Osaka estaba a reventar, lleno de gente tanto de la ciudad que se encontraban de vacaciones de primavera, del resto del país que venía a ver cerezos en flor como extranjeros como nosotros para ver cualquier cosa que la ciudad nos pudiese ofrecer. Una señora muy amable se me acercó en uno de los andenes mientras esperábamos al tren y tras preguntarnos de donde éramos estuvimos un buen rato charlando, un poco más y se viene con nosotros a ver el castillo de Osaka, nuestra primera parada.
Aunque no es grande y el interior está completamente reformado convirtiéndolo en un museo, el castillo de Osaka está muy bien emplazado y lo visita mucha gente, aún sin pagar la entrada para el interior. Está rodeado de jardines y el foso se ha conservado, siendo una especie de salto temporal raro si quitamos las máquinas de bebidas, que están por todas partes. Los alrededores del castillo estaban plagados de puestos, puede que de un matsuri o festival que se celebrara, y había un concierto de un grupo conformado por chicos, a juzgar la cantidad de chicas adolescentes que había con mirada espectante.
Al lado del canal, mucha gente de allí celebraba ya el hanami (floración del cerezo) con los primeros ejemplares que tiñen el borde del foso del castillo. Y bueno, he dicho que el castillo no es grande, pero aún así impone y tiene su altura, no os penséis que es liliputiense. Y allí tuve mi primera experiencia con los excusados japoneses.
Cuando te hablan de los wateres japos, siempre piensas en los que tienen miles de botoncitos y chorritos de agua para limpiarte los agujeros de tus partes pudendas. Y con esos pensamientos te metes en un baño, encontrándote una sorpresa no muy agradable:
Oh, si, señores, el «japanese style» que conocemos no es el primigenio, es éste otro, más simple y efectivo, como son ellos. Me recuerda a los de los bares de mi pueblo de cuando era pequeña, tenía miedo de colarme por el agujero si pisaba mal. Pero la cosa no es tan terrible, te remangas un poco, tienes cuidado y hale, misión cumplida.
Nuestra segunda parada era Dotonbori, calle comercial y llena de puestos de comida junto al canal Dotonbori, y allí probamos las especialidades de la ciudad, el takoyaki o bolas de pulpo y el okonomiyaki. De postre unos peces rellenos de chocolate y crema, el mío es el de chocolate sin haberme dado cuenta de que tenía que echarle foto. (Nota: Ahora que lo releo y veo las fotos, creo que el mío no era de chocolate, sino de pasta de judías. Para ser chocolate, sabía demasiado raro xD).
Una vuelta por la calle para bajar la comida y reponer fuerzas, y seguimos con el tour a patita, esta vez a la Otaku Road, calle abarrotada de tiendas de electrónica y cachivaches eléctricos, y tiendas de anime y manga a cascoporro. Allí me compré una tarjeta wifi bastante barata, suerte que guardo la antena de la que perdí porque no venía ninguna. Aparte de eso, nos dedicamos a mirar tiendas de merchandising de manga y a aberrarnos con los precios de allí, demasiado caros como para echarle el guante a algo, por mucho que nos gustase. Ya os contaré cuando vaya a las tiendas de segunda mano.
Dando vueltas por la Otaku Road se hizo tarde, así que regresamos a Dotonbori a hacer fotos del ambiente, el canal y anuncios luminosos (como el de Glicoman) y regresamos a Kyoto, donde tras calarnos de lo lindo, nos comimos un katsudon (cerdo empanado con huevo y cebolla sobre una base de arroz), compramos el postre y el desayuno del día siguiente en un conbini y nos derrumbamos en nuestros futones. Ninguno de nosotros podía imaginarse lo que el chaparrón nocturno presagiaba para el día siguiente.
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15 días por Japón día 01: Viaje y Kyoto
Durante mi primer viaje a Japón, allá por 2010, decidí relatar diariamente mis vivencias en mi blog personal para mantener informados a familia y amigos. Este blog está actualmente abandonado, pero creo que es interesante compartir con vosotros este material; un pequeño testimonio de lo que es el choque cultural con un país tan diferente y tan fascinante. He revisado y corregido los textos, pues los escribía deprisa antes de irme a dormir por la noche, pero por lo demás esto es lo que fue mi primera experiencia en el país del sol naciente; igualmente, las fotos que aparecen son las que realizamos en esa ocasión, así que os pido disculpas por la calidad, ya que no tenía ni idea de hacer fotos (¡menos mal que Alberto sí!).
-Escrito originalmente el 27 de Marzo de 2010 –
Hola amigüitos, después de ya no sé cuántas horas sin dormir, de patear media ciudad y noche reparadora, aquí estoy, para contaros de forma muy sucinta qué ha pasado de camino a Kyoto.
La verdad es que el viaje en avión no me ha resultado pesado del todo, se representa una noche para que la gente se vaya adaptando al huso horario japonés, con lo que se podía echar una cabezadita. También podías ver películas en una pantalla para liliputienses; Alberto y yo nos atrevimos después de repasar el extenso catálogo con una película china que pintaba bien llamada Kung Fu Robot y que resultó ser un FAIL, ¡era una peli de amor! Aguantamos media interminable película en la que sólo hubo una pequeña escena de acción que duró un suspiro. Luego cada uno, para poder dormir, estuvo viendo/medio viendo alguna más: yo probé con The Informant (a pesar del español latino, fue interesante, pero me quedé dormida al final) y zumito con An Education (él aguantó menos, apenas 20 minutos, pero quiere terminarla de ver, le gustó).
Tras un desayuno aliñado con turbulencias (casi nos quedamos sin café y zumo), llegamos al aeropuerto de Osaka-Kansai, una maravilla situada en una isla artificial en la que parece que vas a aterrizar en el agua. Después bus hasta Kyoto y a ver la estación de tren, impresionante la altura que tiene, con varios pisos y pasarelas muy modernos, y con un jardincito en la parte superior que tiene un mirador enorme.
Cuando llegó la hora de hacer el check in en el guest house donde nos hospedamos, nos encaminamos hacia allí con ganas, pues habíamos estado de turismo con las maletas. Allí nos encontramos con nuestros amigos Iker y Goiuri, que ya llevaban una semana por allí, y nos fuimos todos juntos a ver el famoso templo Kiyomizudera, que tiene una fuente de tres chorritos bastante conocida y que tiene una curiosa leyenda: si bebes de ellos te dan salud, fortuna y trabajo (¿o era amor?). Lástima que, al ser de noche y estar lleno de gente hasta límites insospechados, echar fotos de larga exposición fuera un suplicio, nos movieron la cámara, el trípode, las mochilas y todo a empujones. Tenemos que volver de día, que me quedo con ganas de verlo de nuevo.
De camino a buscar un sitio para cenar, pasamos por puestecitos de comida de Higashiyama, que es la zona que hay cerca del templo. Y de cena un okonomiyaki, que es una especie de tortilla y que estaba deliciosa. Si no hubiera sido por los pinchos (o porque me quedé sin papilas al degustarla) me la habría terminado toda, aunque apenas dejé un par de trocitos.
Y tras comprar el postre y el desayuno del hoy en un conbini (pequeñas tiendas de 24h que tienen de todo) nos fuimos a vaciar las cámaras y a dormir, que estábamos reventados.
Mañana nos vamos a Osaka a comer takoyaki y okonomiyaki, veremos algo para hacer bulto entre tanta comida. ¡Un saludo!