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15 días por Japón día 03: Arashiyama
– Originalmente escrito el 29 de Marzo de 2010 –
Hoy nos hemos levantado más temprano que ayer si cabe para tener lo que en teoría debía ser un día tranquilo en Arashiyama y Ogoto. Sobre las 9:30 nos encontramos con Vicente de nuevo para ir, sabiendo que con los cerezos en flor la cosa estaría un poco llena. Pero todas nuestras previsiones se vieron desbordadas por la cantidad de turistas (sobre todo chinos) que nos acompañaron en el Toroko Ressha o Tren del Amor, que recorre Arashiyama. Antes de encaminarnos hacia Kameoka, desde donde cogeríamos el tren, estuvimos viendo el puente del río de la zona, con unas vistas con sakuras muy bonitas.
Una vez en Kameoka, comimos unos onigiris en un conbini, compramos unos souvenires comestibles y llegamos a la estación, plagada ya de gente (menos mal que los asientos estaban numerados). El vagón que habíamos elegido era sin techo, con los que las vistas eran mucho mejores y se podían sacar fotos de forma guay; sin embargo, a medida que fuimos adentrándonos en los paisajes de montaña, muy bonitos por cierto, el tiempo fue cambiando, y el sol se convirtió en lluvia y nieve como si se tratase del paso de Caradhras de El Señor de los Anillos. Casi me quedo sin mano al hacer fotos, y empecé a arrepentirme de traerme la cazadora y no un abrigo.
Nos bajamos una parada antes del final del trayecto, a tiempo para que saliera el sol y pudiera tomarme una lata de te con leche calentito (en mitad de la montaña :D) y fuéramos hasta Arashiyama atravesando un bosque de bambú precioso. En mi pueblo a cualquier caña le dicen bambú, pero eso es porque no han visto uno de verdad.
Ni que decir que el bosque, a pesar de haber esperado como 15 minutos a que la marabunta de turistas avanzase, seguía plagado de ellos. Aún así, conseguimos sacarnos fotos sin que aparecieran muchos.
Después de la visita a la montaña, era hora de relajarse, así que recogimos a Iker y Goiuri en Kyoto y nos fuimos a un onsen o baño tradicional de la ciudad de Ogoto. El lugar era un hotel tradicional o ryokan con un montonazo de plantas con onsen diferentes, cubiertos y al aire. La lástima es que no los había mixtos, hubiera sido divertido bromear todos en pelotas. Los onsen al aire libre estaban cada uno en una de las 11 plantas del hotel. Fue una gran experiencia, una hora y pico relajadas en agua caliente. Cuando estábamos a punto de salirnos, empezó a nevar, y nos quedamos un rato más; fue muy bonito. No pude echar fotos decentes, me daba palo que me vieran echarle fotos al estanque y cuando por fin no había nadie para verme, había gente en el agua.
Cuando volvimos a Kyoto, comenzó de nuevo a nevarnos encima, hasta un punto en que pensamos que estábamos en otra estación del año, qué manera de caer copos, ¡¡qué digo copos, copones!! Ilusos de nosotros, pensamos que las montañas que rodean Kyoto aislarían a la ciudad, pero no, al llegar también nevaba. ¿Y sabéis por qué pasa eso? Por tener vitorianos en nuestro grupo, atraen la nieve como un imán, los jodíos. Y con estas nos fuimos de compras a un centro comercial, viendo la moda japa y a las gals de Kyoto, todo monísimo, pero lo que yo quería no eran vestiditos de verano, sino una sudadera y/o jersey medio gordo, que la primavera se ha ido! Después fuimos a una tienda de videojuegos bajo una nevada con copos cada vez más grandes; fue gracioso que cuando alguno de los empleados intuyó que éramos españoles, pusieran a los Gipsy Kings y subieran el volumen. Nosotros, como no podía ser de otra manera, nos pusimos a dar palmas y a hacer conque bailábamos flamenco. De camino a un restaurante de sushi que conocía Vicente nos pudo la curiosidad de entrar en uno de esos edificios de varias plantas dedicados a toda clase de porno: la cara oculta de Japón. Había cosas normales, curiosas y sobre todo cosas raras para aburrir, con una planta entera para dvd’s, otra de disfraces y muchas más cosas, qué risas nos echamos. En el restaurante de sushi nos pusimos las botas, para qué negarlo: 45 platos de sushi a 100 yenes cada uno, y udon con almejas, la primera vez que lo veía. Todo riquísimo y sin tener que contenernos por el precio, como pasa en España. Lo único malo es que no era la releche, estaba bueno y ya, pero aún así riquísimo (recomendada la ventresca de atún o toro, se deshace en la boca!).
Y después, a comprar el postre, el desayuno de mañana y a mimir, que el frío al final se nos metió a todos en el cuerpo y estábamos congelados. A todo esto, de camino al hostal volvió a nevar 😀
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15 días por Japón día 02: Osaka
– Escrito originalmente el 29 de marzo de 2010-
Tras una noche en la que podríamos decir que morimos de lo cansados que estábamos, nos fuimos a Osaka a pasar el día y ver sus hitos. Nos acompañaba Vicente, un amigo de Zumito que vive en Nagaoka y tiene un restaurante español. Así que tras una entrega de productos patrios que llevábamos en la maleta, salimos para allá. Osaka está a 40-50 minutos de Kyoto, pero el viaje en tren, hablando y pasando el rato, se hace entretenido; además el paisaje es bastante bonito, saliendo del valle en el que se encuentra Kyoto y que la aísla del clima exterior. Osaka estaba a reventar, lleno de gente tanto de la ciudad que se encontraban de vacaciones de primavera, del resto del país que venía a ver cerezos en flor como extranjeros como nosotros para ver cualquier cosa que la ciudad nos pudiese ofrecer. Una señora muy amable se me acercó en uno de los andenes mientras esperábamos al tren y tras preguntarnos de donde éramos estuvimos un buen rato charlando, un poco más y se viene con nosotros a ver el castillo de Osaka, nuestra primera parada.
Aunque no es grande y el interior está completamente reformado convirtiéndolo en un museo, el castillo de Osaka está muy bien emplazado y lo visita mucha gente, aún sin pagar la entrada para el interior. Está rodeado de jardines y el foso se ha conservado, siendo una especie de salto temporal raro si quitamos las máquinas de bebidas, que están por todas partes. Los alrededores del castillo estaban plagados de puestos, puede que de un matsuri o festival que se celebrara, y había un concierto de un grupo conformado por chicos, a juzgar la cantidad de chicas adolescentes que había con mirada espectante.
Al lado del canal, mucha gente de allí celebraba ya el hanami (floración del cerezo) con los primeros ejemplares que tiñen el borde del foso del castillo. Y bueno, he dicho que el castillo no es grande, pero aún así impone y tiene su altura, no os penséis que es liliputiense. Y allí tuve mi primera experiencia con los excusados japoneses.
Cuando te hablan de los wateres japos, siempre piensas en los que tienen miles de botoncitos y chorritos de agua para limpiarte los agujeros de tus partes pudendas. Y con esos pensamientos te metes en un baño, encontrándote una sorpresa no muy agradable:
Oh, si, señores, el «japanese style» que conocemos no es el primigenio, es éste otro, más simple y efectivo, como son ellos. Me recuerda a los de los bares de mi pueblo de cuando era pequeña, tenía miedo de colarme por el agujero si pisaba mal. Pero la cosa no es tan terrible, te remangas un poco, tienes cuidado y hale, misión cumplida.
Nuestra segunda parada era Dotonbori, calle comercial y llena de puestos de comida junto al canal Dotonbori, y allí probamos las especialidades de la ciudad, el takoyaki o bolas de pulpo y el okonomiyaki. De postre unos peces rellenos de chocolate y crema, el mío es el de chocolate sin haberme dado cuenta de que tenía que echarle foto. (Nota: Ahora que lo releo y veo las fotos, creo que el mío no era de chocolate, sino de pasta de judías. Para ser chocolate, sabía demasiado raro xD).
Una vuelta por la calle para bajar la comida y reponer fuerzas, y seguimos con el tour a patita, esta vez a la Otaku Road, calle abarrotada de tiendas de electrónica y cachivaches eléctricos, y tiendas de anime y manga a cascoporro. Allí me compré una tarjeta wifi bastante barata, suerte que guardo la antena de la que perdí porque no venía ninguna. Aparte de eso, nos dedicamos a mirar tiendas de merchandising de manga y a aberrarnos con los precios de allí, demasiado caros como para echarle el guante a algo, por mucho que nos gustase. Ya os contaré cuando vaya a las tiendas de segunda mano.
Dando vueltas por la Otaku Road se hizo tarde, así que regresamos a Dotonbori a hacer fotos del ambiente, el canal y anuncios luminosos (como el de Glicoman) y regresamos a Kyoto, donde tras calarnos de lo lindo, nos comimos un katsudon (cerdo empanado con huevo y cebolla sobre una base de arroz), compramos el postre y el desayuno del día siguiente en un conbini y nos derrumbamos en nuestros futones. Ninguno de nosotros podía imaginarse lo que el chaparrón nocturno presagiaba para el día siguiente.
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15 días por Japón día 01: Viaje y Kyoto
Durante mi primer viaje a Japón, allá por 2010, decidí relatar diariamente mis vivencias en mi blog personal para mantener informados a familia y amigos. Este blog está actualmente abandonado, pero creo que es interesante compartir con vosotros este material; un pequeño testimonio de lo que es el choque cultural con un país tan diferente y tan fascinante. He revisado y corregido los textos, pues los escribía deprisa antes de irme a dormir por la noche, pero por lo demás esto es lo que fue mi primera experiencia en el país del sol naciente; igualmente, las fotos que aparecen son las que realizamos en esa ocasión, así que os pido disculpas por la calidad, ya que no tenía ni idea de hacer fotos (¡menos mal que Alberto sí!).
-Escrito originalmente el 27 de Marzo de 2010 –
Hola amigüitos, después de ya no sé cuántas horas sin dormir, de patear media ciudad y noche reparadora, aquí estoy, para contaros de forma muy sucinta qué ha pasado de camino a Kyoto.
La verdad es que el viaje en avión no me ha resultado pesado del todo, se representa una noche para que la gente se vaya adaptando al huso horario japonés, con lo que se podía echar una cabezadita. También podías ver películas en una pantalla para liliputienses; Alberto y yo nos atrevimos después de repasar el extenso catálogo con una película china que pintaba bien llamada Kung Fu Robot y que resultó ser un FAIL, ¡era una peli de amor! Aguantamos media interminable película en la que sólo hubo una pequeña escena de acción que duró un suspiro. Luego cada uno, para poder dormir, estuvo viendo/medio viendo alguna más: yo probé con The Informant (a pesar del español latino, fue interesante, pero me quedé dormida al final) y zumito con An Education (él aguantó menos, apenas 20 minutos, pero quiere terminarla de ver, le gustó).
Tras un desayuno aliñado con turbulencias (casi nos quedamos sin café y zumo), llegamos al aeropuerto de Osaka-Kansai, una maravilla situada en una isla artificial en la que parece que vas a aterrizar en el agua. Después bus hasta Kyoto y a ver la estación de tren, impresionante la altura que tiene, con varios pisos y pasarelas muy modernos, y con un jardincito en la parte superior que tiene un mirador enorme.
Cuando llegó la hora de hacer el check in en el guest house donde nos hospedamos, nos encaminamos hacia allí con ganas, pues habíamos estado de turismo con las maletas. Allí nos encontramos con nuestros amigos Iker y Goiuri, que ya llevaban una semana por allí, y nos fuimos todos juntos a ver el famoso templo Kiyomizudera, que tiene una fuente de tres chorritos bastante conocida y que tiene una curiosa leyenda: si bebes de ellos te dan salud, fortuna y trabajo (¿o era amor?). Lástima que, al ser de noche y estar lleno de gente hasta límites insospechados, echar fotos de larga exposición fuera un suplicio, nos movieron la cámara, el trípode, las mochilas y todo a empujones. Tenemos que volver de día, que me quedo con ganas de verlo de nuevo.
De camino a buscar un sitio para cenar, pasamos por puestecitos de comida de Higashiyama, que es la zona que hay cerca del templo. Y de cena un okonomiyaki, que es una especie de tortilla y que estaba deliciosa. Si no hubiera sido por los pinchos (o porque me quedé sin papilas al degustarla) me la habría terminado toda, aunque apenas dejé un par de trocitos.
Y tras comprar el postre y el desayuno del hoy en un conbini (pequeñas tiendas de 24h que tienen de todo) nos fuimos a vaciar las cámaras y a dormir, que estábamos reventados.
Mañana nos vamos a Osaka a comer takoyaki y okonomiyaki, veremos algo para hacer bulto entre tanta comida. ¡Un saludo!
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Hachiko, el perro más famoso de Japón
Shibuya es un barrio de Tokio de visita obligada si estás de turismo por la capital de Japón. Al ser una zona de ocio y entretenimiento está siempre muy animada y llena de vida, tanto de día como de noche. Uno de los lugares que más me gusta es la plaza de Hachiko, un lugar muy conocido y concurrido llamado así en honor a un can muy especial.
Seguro que muchos conocéis su historia, pero para los despistados os la cuento a grandes rasgos: Hachiko fue un perro de raza Akita que vivió a principios del siglo XX. Su amo era profesor en la Universidad de Tokio y todos los días le acompañaba a la estación de tren y le esperaba allí hasta que volvía. Pero un día el profesor, Hidesaburo Ueno, sufrió un derrame cerebral en su trabajo y murió, dejando a su perro esperando su regreso durante 9 años. Los habituales de la estación terminaron alimentándolo y al hacerse pública su historia mucha gente visitaba al animal, y se erigió una estatua de bronce en su honor, acto en el que estuvo presente el propio Hachiko. Considerado como un ejemplo de lealtad a seguir por los japoneses, murió en 1938, y para recordarle, la estatua de su figura sigue junto a la salida donde esperaba.
La plaza es muy fácil de localizar, se encuentra frente a la salida Hachiko de la estación de tren de Shibuya, llamada así en honor al can. La pared de la estación está decorada con un mosaico en relieve que representa varios Akita, precioso y muy colorido. A pocos metros se divisa la plaza, que se ha convertido en el lugar más popular para los japoneses a la hora de quedar, por lo que os resultará difícil divisar la pequeña estatua de bronce del centro. También es complicado sacar una foto a la estatua, ya que además de los tokiotas, suele tener muchos turistas alrededor posando junto a Hachiko, así que lo mejor es que esperéis pacientemente (o tengáis suerte y no esté hasta arriba de gente cuando lleguéis).
En nuestra última visita a Tokio, paseando por los alrededores de la plaza encontré una plaquita en el suelo con huellas de perro. En aquel momento no le dí importancia, pero es el lugar exacto donde Hachiko esperaba al profesor Ueno todos los días. Una curiosidad que os invito a encontrar si alguna vez pasáis por allí.
Es cierto que existen muchos perros que han sido fieles a sus amos tras su muerte, pero sin duda este perro Akita japonés se ha convertido en un símbolo nacional e incluso fue utilizado por el gobierno para estimular la lealtad hacia el Emperador en aquellos años. Me parece un lugar especial para los que hemos compartido nuestra vida con un can. Y para los que no, también.