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El Belén monumental de Vitoria
Prácticamente desde toda mi vida he dedicado parte de mis vacaciones a visitar Vitoria, pues allí tengo familia y amigos, y muchas de estas visitas las suelo realizar en Diciembre, con lo que no es raro que me encuentre con las decoraciones navideñas de la ciudad.
Una decoración que me llama mucho la atención siempre que la veo es el Belén monumental que colocan en el parque de la Florida. Desde 1962, hace ya 50 años, en este parque realizan un belén con figuras a tamaño real que ilustran todas las típicas escenas de los dioramas navideños.
Hoy en día hay más de 300 figuras, que se han ido realizando año tras año gracias a los donativos que allí mismo se recogen. Desde Herodes al Ángel de la Anunciación, pasando por un sin fin de pastores, animales y habitantes realizando labores cotidianas de la época, y para ambientar toda la escena, hay también un hilo musical por el que se reproducen versiones instrumentales de los villancicos e incluso los sonidos de los animales.
El parque está situado muy céntrico, junto a la catedral nueva, por lo que casi todos los años, alguna persona que vuelve de la juerga de los fines de semana se lleva a su paso alguna de las figuras, así que no es raro ver a los policías paseando lista en mano pasando revista 🙂
El Misterio y la banda sonora estarán abiertos y funcionando todos los días hasta después del día de Reyes, de 10:00 a 14:30 y de 16:00 a 21:30, aunque por la noche será igualmente visitable, ya que todas las figuras tienen iluminación.
Si pasáis por Vitoria en estas fechas no olvidéis tirar 20 céntimos al canal que lo atraviesa y pedir un deseo. ¿Quién sabe? Igual tenéis suerte, os toca la lotería y podéis regalarme algo :p
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El castillo de Belvís
Por la autovía A-5 en dirección a Trujillo podemos encontrar el pueblo de Belvís de Monroy. Nadie diría que este pueblecito a 20 km de Navalmoral de la Mata tuviera algo digno de visitar, pero si pensáis eso estáis muy equivocados, pues el castillo de Belvís es una fortaleza muy curiosa y, a pesar de su mal estado de conservación, impresionante.
Durante la Reconquista, el rey Sancho IV necesitaba que se repoblaran las zonas arrebatadas a los árabes, y para proteger a los valientes que decidían instalarse otorgó poderes a un caballero, que comenzó a edificar la una fortaleza en el señorío de Belvís en el siglo XIV. Durante los 100 años siguientes este enclave sufrió asedios y ataques por parte de bandoleros y los señores del castillo de Monroy, parientes de los señores de Belvís; esto supuso que alrededor de la torre que constituía la plaza fuerte se edificaran murallas y estructuras de sólido granito que conformaron un castillo en condiciones de soportar los continuos asaltos. Esta parte es la que mejor se conserva y ofrece una vista espectacular desde la cara sureste. Las disputas entre las dos familias terminaron solucionándose casando a los hijos de ambas familias, Isabel de Almaraz y Hernán Rodríguez de Monroy, con lo que los señores de Monroy se hicieron cargo del señorío y su castillo (de ahí el nombre del pueblo).
Ya en el siglo XVI, sin tanta batalla y más preocupados por las comodidades y el lujo, los nobles del castillo fueron añadiendo dependencias que lo hacían más habitable y señorial. Esto continuaría en los dos siglos posteriores, con lo que tenemos en esta fortaleza un conjunto de estilos arquitectónicos muy curioso: medieval, renacentista, gótico, plateresco y barroco. Sin embargo, al tener más elementos decorativos en adobe y ladrillo, las últimas ampliaciones del castillo se han deteriorado enormemente y no queda nada prácticamente de ellas, aunque se conservan algunos detalles.
Actualmente el castillo de Belvís se encuentra en estado de ruina, aunque se han hecho algunos trabajos de restauración para facilitar su acceso como escaleras y andamios que nos permiten acceder a la ronda por las murallas y la parte alta de la torre del homenaje. Las vistas que se pueden disfrutar son tremendas, pues el castillo domina toda la comarca del Campo Arañuelo. Como todos los castillos medievales, se encuentra en un enclave privilegiado para vigilar sus dominios y merece la pena hacer el esfuerzo de subir (con cuidado) y sentarse a contemplar una puesta de sol. Como en muchos otros castillos españoles, su estado de conservación es pésimo y aunque su entrada sea libre, no está libre de cierto peligro para los exploradores más intrépidos.
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La ciudad romana de Cáparra
Sin alejarnos mucho de Plasencia, viajando poco más de media hora en coche hacia el norte y camino a Guijo de Granadilla, podemos visitar los restos de la que hace casi 20 siglos fue una importante urbe romana. La ciudad de Cáparra, de la cual se conserva perfectamente su puerta de cuatro arcos, es una parada que realmente merece la pena si estamos visitando la zona.
Desde tiempos ancestrales, Cáparra ya existía aunque no eran más que asentamientos indígenas, hasta que en el siglo I d. de C. se le otorgó el rango de municipio romano, lo cual impulsó su desarrollo.
Está construida sobre el trazado de la Vía de la Plata, que unía Emérita (Mérida) con Astúrica (Astorga), siendo la vía más importante para unir el norte y el sur de la parte occidental de la Península Ibérica, y además está situada en una zona alta. Estas dos coincidencias la dotaron de una importante situación estratégica, al convertirla en un paso obligado para gran cantidad de mercancías, así como por permitir el control de varias vías naturales de comunicación.
Con la caída del Imperio Romano la ciudad cayó en crisis al producirse el descenso de tráfico por las vías que cruzaban por ella. Además, al finalizar la reconquista, la importancia que fue cobrando Plasencia y las vías alternativas de comercio que fueron apareciendo, hicieron que la urbe continuase con su despoblación.
En los últimos años se han realizado varios estudios arqueológicos y mediante excavaciones se ha ido recuperando información sobre el trazado urbano de Cáparra. Alrededor de su puerta de cuatro arcos se pueden distinguir los restos de lo que fueron los cimientos de su puerta Sureste, el foro, una de sus tres necrópolis conocidas, las termas, e incluso un anfiteatro.
Se puede visitar y recorrer libremente toda la excavación, que está muy bien señalizada con carteles que explican con detalle cada una de las zonas o construcciones que nos encontramos, pero aun así merece la pena visitar el centro de interpretación del lugar, ya que en él se expone una buena cantidad de objetos que se han recuperado y se explican muchos detalles de la historia, evolución y declive de la ciudad.
Cómo llegar a la ciudad romana de Cáparra:
La forma mas sencilla es salir de Plasencia en dirección a Salamanca por la N-630 y seguir las indicaciones para ir hacia Guijo de Granadilla. En la carretera que va hacia Guijo hay varias señales que llevan hasta Cáparra.
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Plantando árboles con YokMok y el «Proyecto Tree Lovers»
Este fin de semana hemos participado en una de las iniciativas de concienciación medioambiental que realiza YokMok, el Proyecto Tree Lovers, consistente en plantar árboles para compensar la emisión de CO2 de nuestros viajes. Viajaríamos hasta Cañamero, en la comarca de las Villuercas (Extremadura), para repoblar los montes de los alrededores.
En Julio de 2005, un terrible incendio asoló la zona de las Villuercas-Ibores, quemando en tan sólo unas horas 12000 hectáreas de bosque y poniendo en peligro a los vecinos de varios pueblos en los que el fuego llegó a estar a 200 metros de uno de los pueblos. En aquella ocasión se sobrepasó la «regla del 30» que dicen los agentes forestales: más de 30º (había 40), vientos de 30 km/h (había 42 km/h) y humedad relativa del 30% (5% aproximadamente), de ahí que en tan sólo unas horas ardiera la misma superficie que en Guadalajara en 1 semana, en otro gran desastre de ese mismo verano.
Los pinos y los eucaliptos han vuelto a poblar la zona, pero hacen falta el resto de especies de la zona, cuyas semillas no sobrevivieron al incendio. En compañía de un agente forestal, que nos sirvió de maestro y guía en la tarea, realizamos una labor de replantación o sustitución de los arbolitos que no habían seguido adelante por otros nuevos. Las nuevas plantas había que meterlas en un tubo de plástico biodegradable para protegerlas de los ciervos y corzos de la zona, que ven en los plantones un manjar por sus hojas tiernas; debíamos clavar en la tierra los cilindros y asegurarlos a un hierro guía con alambres para evitar que el viento los doblase. Las especies que plantamos eran autóctonas: encinas, alcornoques, castaños, madroños y robles que podrán devolverle el esplendor a las montañas de Cañamero.
Además de la actividad de plantación de árboles, hicimos un pequeño tour por uno de los sitios geológicos del reciente Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara y su centro de interpretación, y por Guadalupe, un pueblo medieval con un enorme tesoro arquitectónico como es su monasterio, con lo que nos quedamos con muchas ganas de conocer más a fondo una zona que aún tiene mucho que ofrecer 🙂