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La catedral de Nuestra Señora de París
Si pregunto por una imagen de París, la mayoría pensará en la Torre Eiffel, símbolo de la ciudad y del amor parisino. Pero hay otro monumento que también nos viene a la mente, Notre Dame, la colosal catedral gótica con un aspecto que todo el mundo reconoce. Como visita imprescindible en la capital francesa, nosotros la hicimos cuando estuvimos allí, y es uno de los lugares que más me gustaron de París, junto con las catacumbas.
Este monumento se encuentra en la Île de la Cité (isla de la ciudad), una isla del río Sena con mucha historia, cerca de la cual nos hospedábamos en un apartamento que encontramos en All-Paris-Apartments. En sus orígenes romanos, cuando se llamaba Lutecia, estaba situado un templo en honor a Júpiter, y posteriormente hubo una iglesia románica. En el siglo XII se decidió derruir esta iglesia y construir una catedral, símbolo de la prosperidad de París. Nuestra Señora de París (su nombre en español) fue financiada por multitud de comeciantes y gente adinerada; su construcción abarcó casi 300 años y ocupó la vida de varios arquitectos. La larga duración y las distintas mentes que estuvieron implicadas han dado como resultado una construcción que abarca desde el románico normando hasta el gótico, dando como resultado un edificio bastante interesante. Del románico ha heredado una base sólida y compacta, y del gótico su construcción de las partes más altas, con unas sujeciones y soportes que distribuyen muy bien el peso y que son visibles desde el exterior. La consecuencia directa es que Notre Dame es armoniosa, única y admirada por todo el mundo.
La plaza en la que se encuentra es amplia y resalta su tamaño, que es bastante grande. Normalmente la visita a su interior se realiza por una puerta a un lado de los pórticos, fácilmente identificable por la larga cola que se forma. La entrada a la catedral es gratuita, pues está abierta al culto y se celebra misa de manera habitual. La nave central es impresionante, amplia y muy alta, con una imagen tras el altar de la Virgen María, iluminada por focos que hace que destaque aún más. Si algo me impresionó de Notre Dame fueron las vidrieras que cubrían todas las ventanas; tenían tanto detalle que para poder apreciar algunos detalles tenía que mirarlas a través del zoom de la cámara. Las naves laterales están llenas de pinturas y estatuas con motivos religiosos, aunque algunos daban un poquito de grima, como una que representaba a la muerte. También podemos encontrar una maqueta a escala de la catedral, en la que podemos apreciar los detalles que nos pasan desapercibidos desde abajo y admirarla en su conjunto.
Como punto en contra, debo señalar la masificación. Al ser un lugar tan conocido, todo el mundo quiere entrar ahí y eso da lugar a que Notre Dame parezca una feria, con gente que habla alto, se empuja, pega flashazos a todo lo que encuentra y que no tiene ningún respeto por la gente que va allí a rezar. Ni la presencia de guardas y carteles en todos los idiomas por todas partes surten efecto, y eso resta mucho a los que, entre otras cosas, apreciamos el aire solemne, silencioso y de paz de un templo religioso. Por ello nuestra visita fue más breve de lo que me hubiera gustado y no vimos el enorme órgano de la catedral de Notre Dame, que constituye un objeto de deseo para los organistas de todo el mundo, ya que sólo los mejores son elegidos para ocupar el cargo de organista de la catedral. Está dentro de nuestra lista de razones para volver a París 😉
La salida de la catedral de Notre Dame son los enormes pórticos que dan a la plaza. Estas tres enormes puertas tienen nombre propio y representan cada una una cosa distinta: La de la izquierda es la Puerta de la Virgen porque hay una Virgen con el niño Jesús en la columna central; la del centro es la Puerta del Juicio Final y la de la derecha es la Puerta de Santa Ana, y los relieves cuentan la vida de esta santa. Merece la pena mirarlas con atención, pues tienen muchos detalles.
Después de visitar el interior de la catedral de Nuestra Señora de París, decidimos subir a ver el campanario, pero como suele decirse, eso es otra historia 😉
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Hoy comienza nuestro viaje a Japón
Hoy es un día especial. Cuando leáis este artículo, estaremos en un avión rumbo a Japón para embarcarnos en una nueva aventura junto a 7 viajeros. Los #GumisEnTokio ya están aquí!
En estos próximos 1o días descubriremos a nuestros amigos la cultura japonesa, que nos encanta, así como su historia, forma de vida y gastronomía, en un recorrido por Tokio y Kyoto. Entre ellos tenemos a nuestro amigo Jesús de Fotonazos y Verónica, su mujer, con unas ganas tremendas de vivir un ambiente completamente distinto al de España o Europa.
La preparación del viaje junto a la Asociación Megagumi no ha estado exenta de problemas, y hemos tenido algunas bajas (a la próxima te queremos ver el primero, eh? :)), pero tras muchos sudores este nuevo proyecto se ha hecho realidad. Podréis seguir nuestras andanzas en twitter, bajo el hashtag #GumisEnTokio y en facebook, donde iremos contando cosas y poniendo fotillos cuando podamos.
Nos leemos por las redes, ¿nos acompañáis? 😀
Matmata, los bereberes y sus casas trogloditas
En contraste con el norte y la zona costera, el sur de Túnez es muy pobre. Los desiertos hacen que el suelo sea un desastre para la agricultura y deben vivir de su ganado y casi aislados del resto del país. Pero el sur es también un lugar perfecto para conocer a los bereberes, los primeros y auténticos habitantes de Túnez. Y en Matmata encontramos unas construcciones únicas, excavadas en la roca viva: las casas trogloditas.
Estas viviendas son muy curiosas, un conjunto de galerías cavadas que desembocan en salas bastante amplias. La roca aísla del sofocante calor tunecino de una forma asombrosa, bajando unos 6º o más la temperatura en cuanto damos un par de pasos dentro. Suelen tener un patio abierto al cielo que sirve de separación y comunicación con las distintas estancias de la casa, en una distribución bastante centralizada. Es curioso cómo algunas habitaciones se disponen en forma de litera, teniendo que subir por escaleras a las superiores; una buena forma de ahorrarse trabajo cavando estancias grandes que pueden hundirse fácilmente. El ganado también lo refugiaban en estas construcciones, pero siempre separados de donde viven ellos.
En muchas de las puertas hay dibujados peces y una jamsa a modo de símbolos protectores. Contrariamente a lo que se cree, no tienen ningún significado religioso en su origen, que es pagano. El pez es un simboliza la abundancia y la jamsa protege de la mala suerte y el mal de ojo, lo que en conjunto representa un hechizo poderoso. Muchas religiones los han adoptado como propios, pero los bereberes los han usado desde antes de conocer el Islam.
Actualmente la población bereber de Túnez es muy reducida, menos de un 5%. Esta etnia se caracteriza por tener los ojos claros y el pelo rubio, en contraste con los árabes, que los tienen oscuros. Los Amazigh, como se llaman a sí mismos, reciben el nombre popular de bereberes debido a los romanos, quienes al llegar a África les llamaban bárbaros, como a toda la gente que no era del imperio.
En el siglo XI la invasión de los árabes obligó a los amazigh a excavar cuevas para protegerse y defenderse, y una vez finalizados los conflictos, decidieron seguir viviendo allí. Hoy en día se han perdido muchas casas trogloditas debido a inundaciones que las hundieron, pero perduran unas 300, la mayoría deshabitadas. Muchas de las cuales han sido restauradas para que se puedan visitar, y el gobierno ha promovido el turismo en la zona, dado subvenciones para mejorar las comunicaciones y la calidad de vida de los habitantes, que disponen de luz eléctrica y autobuses de línea para desplazarse.
Así que si pensáis que Túnez tiene poco que ofrecer lejos de los complejos hoteleros, pensad otra vez en la respuesta y adentráos en la zona bereber del país, su amabilidad y su forma de vida os hará cambiar de opinión.
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Recorriendo las plazas de Roma (1ª parte)
Roma es uno de los destinos preferidos por los españoles a la hora de viajar al extranjero; por suerte tenemos buenas combinaciones aéreas que nos permiten ir cualquier fin de semana. Por ejemplo, podemos volar con Air Europa, con la que podemos ir por poco más de lo que nos cuestan un par de entradas de cine con palomitas, o como en nuestro caso, coger vuelos directos con EasyJet para aprovechar la variedad de horarios que tiene.
Aunque la capital del antiguo Imperio Romano está llena de grandes monumentos, la multitud de plazas que contiene la ciudad son un pequeño tesoro donde podemos pasarnos horas observando a la gente y disfrutando de un descanso en nuestro recorrido por la ciudad. En el viaje que el verano pasado hicimos Alberto y yo, recorrimos algunas de las más importantes.
Aprovechando que nos alojábamos cerca, comenzamos nuestra ruta por la Piazza del Popolo, una amplia plaza coronada en su centro con un obelisco egipcio dedicado a Ramsés II de 36 metros (pedestal incluido). Alrededor de éste 4 fuentes con estatuas de leones vigilan a los turistas, quienes suelen hacerse fotos subidas a ellos. Desde la plaza podemos observar las llamadas «iglesias gemelas», Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto, construidas en el siglo XVII. En realidad no son gemelas y si uno se fija puede apreciar pequeños detalles diferentes, pero su gran parecido y el estar una junto a la otra les ha valido este sobrenombre. La plaza se encuentra junto a la puerta norte de las antiguas murallas aurelianas, y la mezcla de estilos arquitectónicos de los diferentes elementos la hace atractiva (supongo que como todo en Roma :)).
Desde la Piazza del Popolo seguimos la Via dei Babuino para llegar a la Piazza di Spagna. Inmortalizada en la película Vacaciones en Roma, lo más conocido son los escalones que trepan hasta la iglesia de Trinità dei Monti. A los pies de las escaleras tenemos la Fontana della Barcaccia, de Bernini. Nosotros no paramos mucho aquí, ya que la masificación por el turismo era especialmente molesta, pues es una de las plazas más conocidas de Roma, y todo el mundo se agolpaba en la parte con sombra, dejando poco sitio para bajar o subir. Además, tampoco pudimos acercarnos a la fuente; parece que estaban rodando algún anuncio y apenas podías aproximarte.
Para la siguiente parada, se puede coger el metro en la estación de Spagna o ir andando. La segunda opción es más práctica, ya que el metro está bastante lejos de la piazza di Spagna y andando podéis admirar las calles y edificios del camino. Nuestro recorrido termina en la Piazza della Repubblica, por donde discurren calles importantes de la capital italiana y que comunica directamente, por ejemplo, con el monumento a Vittorio Emanuele II. En ella se encuentra la Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires, integrada dentro de las Termas de Diocleciano, y cerca de ella tenemos también la ópera de Roma. La plaza es transitable para los coches y en el centro de la enorme rotonda tenemos la fuente de las Náyades, que representa a cuatro ninfas y al dios Glauco. Cada una de las ninfas va acompañada de un animal, y a pesar de estar a pleno sol es un pequeño oasis si, como nosotros, vais en verano a visitar la ciudad. Muchos turistas se descalzan y chapotean sentados en sus bordes, dejando que las gotas de la fuente les hagan olvidar el sofocante calor húmedo mientras admiran los edificios que rodean la plaza, construidos en el siglo XIX.
Por supuesto estas no son más que una pequeña parte de las plazas que Roma brinda al visitante con ganas de recorrer sus calles, pero eso es algo que hay que descubrir una vez pones los pies en la Ciudad Eterna 🙂