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Una fugaz escapada a Londres
Londres siempre ha sido una ciudad que nos ha llamado mucho la atención. Desde hace años habíamos querido visitarla, pero por unos motivos u otros, lo máximo a lo que había llegado era a conocer uno de sus aeropuertos alguna vez que pasé por él para hacer transbordo. Por suerte, hace dos fines de semana y con la compañía de Mònica y Jóse, pudimos ir y quitarnos esa espinita.
La idea del viaje surgió la anterior vez que fuimos a Barcelona. Mònica dijo que estaría bien irnos a algún sitio juntos, y como ella también es fan de Londres, sin pensárnoslo mucho más buscamos unos vuelos baratos y un alojamiento bien comunicado a través de HostelBookers y nos preparamos para la escapada.
Evidentemente, al ser nuestra primera visita a la ciudad, caímos un poco en los tópicos y nos dimos una vuelta por la zona más turística de las orillas del Támesis. Fuimos en metro hasta la parada de Westminster, que está justo junto a las casas del parlamento. Nada mas salir nos encontramos al lado del Big Ben y me atrevería a asegurar que nuestras cámaras de fotos se echaron a temblar.
Los 76 metros de Westminster bridge se hicieron eternos, pues entre nuestras paradas para hacer fotos a la imponente torre, a la descomunal noria London Eye, o simplemente a los autobuses, transeúntes que por allí circulaban, o los turistas que nos paraban para que les hiciéramos fotos a ellos, creo que tardamos más de media hora en llegar de un extremo al otro.
Después de haber disfrutado de la vida y el bullicio de aquella zona decidimos ir caminando hasta Trafalgar Square, y después continuar hasta Picadilly Circus. Allí, un gran número de anuncios en pantallas de LED rodeaban la fuente memorial del Ángel de la Caridad Cristiana, sobre la que un montón de gente descansaba sentada. Después de pasar un rato por los alrededores acabamos en un centro comercial en Covent Garden donde comimos (un poco tarde, como buenos españoles ;)).
Como después de comer prácticamente no había luz fuimos a ver el palacio de Buckingham y después, aprovechamos para volver a la zona de los puentes y hacer unas fotos nocturnas del Puente de la Torre o Tower Brige, y más tarde volvimos a la zona de Picadilly a tomarnos algo en un bar.
Fue un día intenso, pero nuestro viaje no fue mucho más largo, así que intentamos aprovecharlo al máximo. De hecho, si decidís seguir nuestros pasos, creo que sería un buen planning para alguien que fuera a pasar un día en Lóndres 😉
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El coliseo de Roma: la grandeza de un imperio
Si uno piensa en Roma, lo primero que le viene a la cabeza es el impresionante anfiteatro que se ha convertido en el símbolo más famoso de la ciudad. Y cuando visitamos la ciudad eterna, tenía claro que no quería irme sin entrar al Coliseo. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980 y una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo Moderno, supone una visita obligatoria para cualquier turista.
Tras salir del metro que te lleva hasta allí, es lo primero que te encuentras, y no puedes evitar quedarte parado mirando a las alturas de este gigante en ruinas. Para intentar evitar aglomeraciones, nosotros fuimos a visitar el foro romano y el monte Palatino, que se encuentran a escasos 200 metros pasando el precioso Arco de Constantino, en la via di San Gregorio. Sin embargo, no resultó la estrategia y nos encontramos con una cola larguísima para acceder al Coliseo. Por suerte habíamos adquirido el Roma Pass, que nos permitió pasar por otra entrada adyacente a la normal, sin esperas ni empujones.
Este gigante impresiona a pesar de ser una sombra de lo que una vez fue. Usado durante casi 500 años para los festejos sangrientos del Imperio Romano, tenía una capacidad para 50.000 personas y tres pisos de altura, lo que hace que cuando llegas al borde de la arena, no sepas adónde mirar y te sientas rodeado. La arena está muy desmejorada y no se usa, aunque han puesto tablas de madera en una parte de uno de los extremos, por donde salían los gladiadores, y las visitas guiadas tienen la suerte de disfrutar la vista de los luchadores. Las gradas han desaparecido casi por completo, y sólo queda una pequeña sección de asientos cerca de donde se situaba el palco de honor del César. El estado ruinoso en el que se encuentra se debe a que se utilizó el mármol de la fachada exterior, asientos, etc. para construir otros edificios de la ciudad durante los siglos XV y XVI, llegando ésta a casi desaparecer. De hecho han tenido que construir contrafuertes para mantener en pie lo poco que queda de ella.
El segundo nivel tiene los pasillos interiores reconstruidos y habilitados con una tienda de souvenirs y una exposición con objetos encontrados en su interior, su historia, planos y reconstrucciones, lo que da una idea aproximada de la grandeza de este edificio lúdico del Imperio Romano. Y de su resistencia, puesto que ha sufrido varios incendios y terremotos, y sigue en pie demostrando que es una construcción muy sólida. Hay un tercer nivel, pero sólo se puede acceder con las visitas guiadas y nosotros íbamos por libre; pero seguro que tiene unas vistas impresionantes 🙂
El Coliseo de Roma se ha ganado a pulso su lugar como símbolo de la ciudad, y sigue siendo imponente a pesar de lo mal que se lo ha tratado en el pasado. Símbolo del poderoso Imperio Romano, de su país Italia y del contraste de su capital, sobran los motivos para visitarlo si visitas la Ciudad Eterna.
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Saint Émilion: paseando entre vides
Seguro que todos los aficionados al vino ya conocéis la denominación de origen de Saint Émilion; una pequeña región cercana a Burdeos famosa por sus tintos. Rodeada de viñedos hasta más allá de lo que alcanza la vista, esta pequeña población del norte de Aquitania es un lugar donde perderse durante horas y relajarse paseando por los caminos que comunican sus châteaux.
Todos los años hago un viaje con mi hermano y mis primos que, ya que cada uno vivimos en un sitio distinto, nos sirve como excusa para reunirnos y pasar unos días juntos. Este año, gracias a que nos dejaron un piso en Burdeos, decidimos aprovecharlo y pasar 5 días por la zona y hacer una escapada para visitar Saint Émilion.
Lo primero que hicimos al llegar fue dirigirnos al centro del pueblo. No nos costó encontrar la oficina de turismo, donde cogimos unos cuantos panfletos y mapas en los que se mostraban los diferentes châteaux que estaban abiertos al público. Cada château tiene su propia oferta, desde una simple cata de sus caldos, degustación de queso o una pequeña lección de maridaje, hasta una visita completa por el château y los alrededores, en los que te explican todo el proceso de elaboración y distribución del vino, con varios idiomas para elegir.
Si sabéis francés quizás os estéis imaginando los châteaux como unas enormes casas señoriales con sus tierras alrededor, o incluso algún tipo de castillo, pero no os hagáis ilusiones. Simplemente es como se denominan las fincas productoras de vino de la zona, aunque sí es cierto que hay algunas realmente bonitas.
Así pues, una vez tuvimos la información necesaria y hubimos visto las diferentes opciones que teníamos, decidimos seguir uno de los caminos propuestos rodeando Saint Émilion y pasar la mañana paseando entre viñedos. Resultaba impresionante y muy relajante mirar a lo lejos y ver las enormes extensiones de campos de vides perfectamente alineadas hasta el horizonte. Además, a pesar de estar en pleno verano, la temperatura era realmente agradable, con unas nubes discretas que proporcionaban la sombra justa, y que además quedaban muy fotogénicas.
Quizás muchos considerarían que en un viaje tan corto como el que realicé (sólo estuve 4 días por la región), el estar una mañana entera holgazaneando entre campos sería una pérdida de tiempo. ¡Con la cantidad de cosas que hay que visitar! Pero, creedme, es algo que me alegro mucho de haber hecho y que además recomendaría a cualquiera. Al fin y al cabo, ¡estás en la tierra del vino! ¿Qué mejor manera de ir abriendo el apetito para luego regar una buena comida con los mejores tintos del mundo? 😉
Cómo llegar a Saint Émilion:
Lo mejor y más cómodo para llegar a Saint Émilion es utilizar el coche. Está a tan solo 35Km siguiendo la carretera N89 y tomando la salida hacia la D1089, la cual deberemos seguir y tomar las indicaciones hacia D243-Saint Émilion.
Si preferimos viajar en transporte público, hay un servicio de autobuses que sale desde la esquina junto a la oficina de turismo de la calle Orleans, pero realmente no es recomendable (tiene un servicio muy limitado en cuanto a frecuencia y horarios).
Es más prátcico tomar el tren, desde la estación de Burdeos Saint-Jean, tomando la línea que va hacia Libourne. Hay trenes de vuelta hasta las 21h. Eso sí, la estación está a más de kilómetro y medio, y el camino es cuesta arriba (aunque no es muy pronunciada). Para llegar al pueblo sólo hay que salir de la estación y seguir la carretera hacia la derecha.
Recursos:
- Galería de fotos de los viñedos de Saint Émilion en flickr
- Lista de châteaux abiertos al público.
- Horario de trenes.
- Información para moverse por Dordogne en Trip Avdisor (en inglés).
Foto de cabecera realizada por mi hermano, Adrián Rodríguez.
La estatua gigante de Mazinger Z de Tarragona
Supongo que a estas alturas, para aquellos que nos conocéis un poco no será un secreto que a Alegría y a mí nos gustan la animación japonesa y los muñequitos, y que disfrutamos como enanos cuando visitamos algo que nos recuerda a alguna serie de nuestra infancia. Por supuesto cuando nosotros, frikis empedernidos, viajamos a Barcelona en una fecha que casualmente coincidió con el 40 aniversario de nuestro robot preferido, nos resultó imposible no desviarnos durante la vuelta y visitar la estatua gigante de Mazinger Z que hay en Tarragona. De hecho no era la primera vez que hacíamos algo así. Ya estuvimos en su día una hora pateando Kobe para ver la estatua de Tetsujin 😉
Salimos de Barcelona por la mañana temprano, pero en lugar de ir directos a Madrid por el camino habitual decidimos dar un pequeño rodeo e ir a visitar éste enigmático hito. Al fin y al cabo, ¡estábamos a poco más de una hora!
Cuando llegamos a la urbanización Mas del Plata no nos costó mucho dar con el «parque» en el que se encuentra la figura de 10 metros de alto del robot. Y digo «parque» entre comillas porque realmente es un claro entre árboles al que se accede por una ramificación sin asfaltar de la ya de por sí deteriorada carretera.
Al parecer, esta estatua de fibra de vidrio fue construida en los 80 y pretendía servir para adornar la entrada de la «Urbanización Mazinger», pero por algún motivo cayó en el olvido. Tiene un gran nivel de detalle, pero al no haber casi movimiento en la zona, sus piernas suelen ser blanco de graffitis y pintadas. Por suerte de vez en cuando las vuelven a pintar.
Como curiosidad (si es que ya de por sí la existencia de esta réplica del robot no es algo lo suficientemente curioso) os contaremos que en la parte trasera de una de sus piernas hay una trampilla oculta que permite meterse dentro y subir hasta la cabeza para mirar por los orificios de la boca. ¡Nosotros no lo sabíamos! 🙂

Por la trampilla de su pierna se puede entrar, subir hasta la cabeza y mirar por los orificios de la mandíbula.
Cómo llegar a la estatua de Mazinger Z de Tarragona:
El modo fácil es poner en el navegador GPS «Mas del Plata» (al menos en el Tom-Tom aparece), pero si no queréis depender de estos cacharritos, lo más sencillo es dirigirse hacia Tarragona y buscar el desvío hacia la AP-2, y un a vez en la AP-2 tomar la salida 10 hacia el Pont d’Armentera. A mitad de camino hay una salida a la izquierda señalizada hacia Mas del Plata.
Una vez allí habrá que cruzar un par de rotondas despacito, que hay muchos baches, y tras la segunda estar atentos al lado derecho de la calzada. Lo veréis erguirse entre los pinos.