15 días por Japón día 06: Himeji y Kobe
– Escrito originalmente el 2 de Abril de 2010 –
Con los pies ya doloridos de las palizas a andar que nos habíamos dado los anteriores días y nubes sospechosas, nos fuimos a Himeji Zumito y yo. Está un poco a tomar por culo, pero como teníamos activado ya el Japan Rail Pass (o Tarjeta de Poder, como digo yo), podíamos coger un tren bala y llegar en menos de una hora. Zumito dice que era de los lentos, pero a mi me pareció muy rápido (y cómodo).
Realmente Himeji sólo tiene para ver su castillo, pero si pensáis que habiendo sólo eso no merece la pena bajar, estáis muy equivocados. ¿Os parecía grande el castillo de Osaka? El de Himeji es uno de los castillos más grandes de Japón y el mejor conservado, posee incluso el laberinto de callejuelas que llevan a la puerta de los edificios, el conjunto es imponente y se divisa desde mucha distancia.
A pesar de ir todo lo temprano que podíamos (a las 10, el anterior tren pasaba a las 7) estaba petado de gente, cómo no, aunque los empujones y las malas maneras, a pesar del tumulto, casi desaparecieron. Eso sí, había una cola de espanto, y como colofón empezó a llover. Aún así pudimos hacer fotos decentes.
Lo malo es que con las colas, la visita se alargó más de lo esperado y no subimos al último piso del torreón principal. Habíamos quedado con Iker y Goiuri en Kobe para ir juntos al puerto y no queríamos perder el tren bala Hikari…..¡pero lo perdimos por 2 minutos porque había cola! Porque no sé si lo sabéis, pero lo que se dice de la puntualidad de los trenes japoneses es completamente cierto, en los horarios de las estaciones salen trenes cada dos o tres minutos y van como un reloj. Así que nos fuimos a comer un gyoudon (carne de ternera con huevo crudo sobre base de arroz) y tranquilamente cogimos el siguiente.
Allí nos reunimos con los vitorianos y fuimos a buscar la primera parada del tour de Kobe: una estatua de 18 metros de alto de Tetsujin 28, el primer mecha de la historia del manga. No es el Gundam que pusieron en Odaiba durante el año pasado, pero igualmente impresiona.
Después quisimos ir a ver Harborland, una zona del puerto donde hay una noria y una torre que se iluminan por la noche. ¿Y que pasa si no sabes muy bien por donde ir a un lugar que no conoces? Pues que o bien te pierdes o das una vuelta del copón. Nosotros elegimos la segunda opción, y nuestros pies, que estaban resentidos de la carrera a la estación en Himeji, empezaron a dar señales de fatiga. Mi tobillo izquierdo me dolía horrores y caminaba fatal, pero fuimos despacito y disfrutando del Kobe más industrial.
Ya anocheciendo llegamos a Harborland; como recompensa por la caminata y porque nosotros lo valemos decidimos darnos un capricho y probar la ternera de Kobe, considerada por muchos como la mejor carne del mundo. Y realmente su fama no desmerece: es tierna y muy jugosa por tener vetas de grasa distribuidas por todo el músculo, casi se deshacía en la boca. Tengo que confesar que al ver las fotos de la carne cruda, no me atraía la idea de probarla, demasiada grasa veía yo, que soy amante de la chicha, pero me alegro de haberla probado. No sabría decir si es mejor que la argentina o la extremeña, pero creo que merece la pena gastarse el dineral que vale aunque sea para probarla.
En el baño del restaurante comprobé que tenía una tendinitis en el talón de Aquiles, y me dí un líquido que compramos Goiuri y yo en una farmacia gracias a Vicente unos días antes, me alivió el dolor y pude seguir la marcha. Para cuando salimos del local ya era de noche y las vistas eran muy bonitas.
Nuestra última parada era el Memorial Park, en recuerdo de las víctimas del terremoto de 1995. La lástima es que al ser de noche algunas cosas no se veían bien, pero es escalofriante. Han dejado un muelle que había en ese sitio tal cual quedó después del terremoto, y te haces una idea de cómo fue. Luego había fotos y placas explicando la magnitud del desastre y la reconstrucción, y lo que más me impresionó fue una maqueta de Kobe que durante un vídeo que se veía al lado iba ilustrando con luces los incendios y las zonas afectadas.
Como se nos hizo muy tarde casi perdemos los trenes de vuelta, menos mal que con la Tarjeta de Poder pillamos uno que iba casi directo de vuelta a Kioto. Yo ya estaba que no podía con mi alma, así que después de comer un bol de yakitori con arroz y de empastillarme con ibuprofeno y el potingue japonés me acosté esperando que hiciera algo de efecto.
Recursos:
- Todas las fotos del viaje a Japón de 2010 en flickr
- Más información sobre la estatua de Tetsujin de Kobe