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15 dÃas por Japón, dÃa 08: Akihabara y Tokyo Dome
Me di? mucha pena dejar Kioto, pero era hora de coger el shinkansen y marchar hacia Tokio, la megal?polis por excelencia. El viaje iba a ser largo incluso para ser en un tren bala, dos horas aproximadamente, pero si tenemos en cuenta que viaj?bamos a 236 km/h no est? nada mal, ?verdad? Lo curioso es que a pesar de la velocidad de v?rtigo parec?a que ?bamos m?s despacio, aunque a la hora de hacer fotos al monte Fuji te das cuenta de lo r?pido que pasa todo.
La diferencia con Kioto ya se notaba incluso en la estaci?n, m?s gente, m?s guapa por lo general (y eso que los japoneses no son muy guapos que digamos), y construcciones hacia arriba. Me explico: en Kioto, el plan de ordenaci?n urbana no deja construir a m?s de 2 o 3 alturas, para conservar el aspecto tradicional de la ciudad, pero en Tokio las autopistas y el tren est?n por encima de las calles, y los edificios son enormes. El hotel estaba muy cerca de la estaci?n, y era f?cil de encontrar, ?til para gente con tendencia a perderse entre la gente como yo. La habitaci?n tiene cama en lugar de futones y…. ??WIFI!! Parece una tonter?a, pero en Kioto, chupando conexi?n ajena, el concepto «subir fotos» adquiri? un nuevo significado, Iker y yo con los brazos en alto y rogando a picasa para que lo hiciera r?pido era una estampa digna de verse. Pero eso es cosa del pasado, aqu? pod?amos incluso llamar a la familia por Skype.
Despu?s de dejar el equipaje nos fuimos a una calle de Okachimachi (la zona donde est? el hotel) repleta de tiendas de ropa, zapatos y sitios para comer y almorzamos en un Tendon Tenya, una cadena de restaurantes de tendon (tempura sobre arroz). Nos pusimos hasta arriba, y decid? que la tempura de calabaza va a ser mi favorita a partir de ahora.
Despu?s nos separamos, nuestros amigos ten?an que localizar una oficina de correo y nosotros nos fuimos a dar una vuelta por Akihabara, el distrito friki. Casi todo se concentra en una calle enorme llena de tiendas de figuritas, videojuegos, manga, electrodom?sticos, electr?nica y cualquier cacharraco de esos, en edificios en los que cada planta es una tienda; algunas tiendas ten?an varias plantas, ?e incluso ocupaban un edificio entero! Pero volvemos a lo mismo que nos pas? en Osaka: los precios eran car?simos; es m?s, eran a?n m?s caros que en el Otaku Road, y a mi se me quitaron las ganas de ver cosillas. Curioseamos tambi?n en el Don Quijote, una especie de centro comercial con recreativas que me encant?, su planta de juegos musicales o bemani me hizo babear como pocas veces. Hay una gu?a que se llama «Tokyo para otakus» que dice que no merece la pena el Don Quijote, y creo que se equivoca: es un lugar con productos de todo tipo, b?sicos o no, cosplays, cosas de lolitas, para adultos, m?quinas de ganchos, videojuegos, merchandising…. y no est?n mal los precios. Merece la pena echarle un ojo.
?bamos a cenar al lado del Tokyo Dome, el estadio de b?isbol de los Yomiuri Giants, y en el que tambi?n se celebran conciertos multitudinarios, es bastante famosete. Al lado se encuentra el L’aqua, un centro comercial grand?simo con miles de tiendas y sitios para comer de todos los estilos, aparte de una noria y una monta?a rusa que atraviesa todo el complejo. Pillamos empezada una atracci?n consistente en una fuente cuyos chorros iban al ritmo de m?sica cl?sica, con colorines y todo, muuy chulo, pero me qued? con ganas de m?s. ?Por qu? no hay estas cosas en Espa?a?
Al final, despu?s de dar vueltas por las tiendas, terminamos cenando en un italiano, para variar. Alberto tom? unos espaguetis carbonara muy ricos y yo unos spaguetis con setas y pollo, tambi?n riqu?simos. La pobre camarera que nos atendi? no sab?a ingl?s y nosotros no le entend?amos porque hablaba en «keigo», la manera ultracort?s que tienen los japoneses cuando tratan con clientes, que cambia verbos y es rar?simo. Un poco caro, pero estaba muy bueno.
Para bajar la comida y para terminar la noche, nos dimos una vuelta por Tokyo Dome City, un complejo de tiendas muy chulo que tiene una tienda de la editorial Jump y una de Lupin III, l?stima que estuvieran cerradas; pero pudimos sacar alguna fotillo del interior.
Antes de ir a dormir, tuve mi primer contacto con la tele japonesa y la lucha libre. No s? porqu? dicen que es mala, yo me parto, ?siempre hay gente comiendo! Y los anuncios son un puntazo. Ya contar? algo m?s adelante.
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15 dÃas por Japón, dÃa 07: Sanjusangendô
– Escrito originalmente el 3 abril 2010-
Me levant? con el tobillo hinchado, as? que anulamos la excursi?n a Hiroshima y nos quedamos de tranqui en Kioto. Por la ma?ana estuvimos perreando en el hotel, durmiendo en condiciones por fin y procesando y seleccionando fotos de los d?as anteriores. Iker y Goiuri al final tambien se quedaron en Kyoto, as? que sobre la 1 nos fuimos tranquilamente a ver el templo de Sanjusangend?, que se nos hab?a escapado los d?as anteriores porque cerraba pront?simo, a las 4 de la tarde. De camino me compr? e una farmacia una tobillera que aunque al principio me hizo da?o (me oprim?a donde me dol?a, normal), con la zapatilla floja me permit?a andar con bastante menos dolor.
Este templo budista es conocido por tener 1001 estatuas de la diosa Kannon, 1000 de ellas de 1’65 metros e iguales, y luego una mucho m?s grande. Para completar la exposici?n que ofrec?an, hab?a representaciones de los 28 esp?ritus subordinados a Kannon, todos ellos muy chulos por la t?cnica con la que estaban tallados: madera hueca ensamblada y luego chapada con metal (en el caso de la diosa); el realismo ven?a sobre todo porque los ojos de los esp?ritus eran de cristal, y le daban una viveza que daba miedo. Debi? ser un espect?culo ver las estatuas cuando estaban nuevas. El conjunto es patrimonio nacional, y no dejaban hacer ni fotos ni v?deos, as? que os dejo con alguna imagen cortes?a de Google:
Los souvenirs tambi?n eran caros de cojones, as? que tuvimos que conformarnos con echar fotos en el exterior del pabell?n, donde hab?a algunos cerezos y un estanque con una piedra donde si lanzabas una moneda y ?sta se quedaba en la piedra, tendr?as buena suerte.
A la vuelta vimos un cartel de aviso sobre los carteristas y los pervertidos. A nosotros nos choca mucho, pero parece que la gente que hace como que se tropieza para meter mano es bastante com?n aqu?.
La comida, c?mo no, consisti? en un katsudon con sopa de miso, creo que podr?a vivir de este plato, est? de muerte.
Despu?s de eso nos separamos, Iker y Goiuri quer?an visitar una tienda de segunda mano que quedaba un poquillo lejos, y aunque me hubiera gustado ir con ellos, nos fuimos al hotel a seguir con las fotos y a reposar el tobillo.
La cena fue bastante tard?a, sobre las 11 y pico, pero claro, si comes a las 5:30 cerdo empanado y frito es lo que tiene, que te entra hambre cuando los restaurantes cierran. Menos mal que el sitio donde nos comimos el katsudon el d?a del chaparr?n al volver de Osaka estaba abierto, es una cadena de restaurantes que est?n buen?simos, me hubiera comido otro katsudon, que de momento el suyo es el mejor que he probado, pero prefer? algo m?s ligero y eleg? un udon con pollo que aunque estaba para comerlo ma?ana de lo caliente, entr? solo (as? tengo las enc?as de quemadas, jajaja).
A la ma?ana siguiente (es decir, hoy) nos ?bamos a Tokio, as? que antes de acostarnos por ?ltima vez en los futones (snif snif) hab?a que hacer tetris en la maleta. Menos mal que tra?amos las maletas medio vac?as, que si no …
PD: Esta entrada est? escrita desde el shinkansen hacia Tokio, aunque la he subido al llegar al hotel. ?Menuda velocidad que lleva!. Como regalo, una foto del Fuji que acabo de hacer 🙂
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15 días por Japón día 06: Himeji y Kobe
– Escrito originalmente el 2 de Abril de 2010 –
Con los pies ya doloridos de las palizas a andar que nos habíamos dado los anteriores días y nubes sospechosas, nos fuimos a Himeji Zumito y yo. Está un poco a tomar por culo, pero como teníamos activado ya el Japan Rail Pass (o Tarjeta de Poder, como digo yo), podíamos coger un tren bala y llegar en menos de una hora. Zumito dice que era de los lentos, pero a mi me pareció muy rápido (y cómodo).
Realmente Himeji sólo tiene para ver su castillo, pero si pensáis que habiendo sólo eso no merece la pena bajar, estáis muy equivocados. ¿Os parecía grande el castillo de Osaka? El de Himeji es uno de los castillos más grandes de Japón y el mejor conservado, posee incluso el laberinto de callejuelas que llevan a la puerta de los edificios, el conjunto es imponente y se divisa desde mucha distancia.
A pesar de ir todo lo temprano que podíamos (a las 10, el anterior tren pasaba a las 7) estaba petado de gente, cómo no, aunque los empujones y las malas maneras, a pesar del tumulto, casi desaparecieron. Eso sí, había una cola de espanto, y como colofón empezó a llover. Aún así pudimos hacer fotos decentes.
Lo malo es que con las colas, la visita se alargó más de lo esperado y no subimos al último piso del torreón principal. Habíamos quedado con Iker y Goiuri en Kobe para ir juntos al puerto y no queríamos perder el tren bala Hikari…..¡pero lo perdimos por 2 minutos porque había cola! Porque no sé si lo sabéis, pero lo que se dice de la puntualidad de los trenes japoneses es completamente cierto, en los horarios de las estaciones salen trenes cada dos o tres minutos y van como un reloj. Así que nos fuimos a comer un gyoudon (carne de ternera con huevo crudo sobre base de arroz) y tranquilamente cogimos el siguiente.
Allí nos reunimos con los vitorianos y fuimos a buscar la primera parada del tour de Kobe: una estatua de 18 metros de alto de Tetsujin 28, el primer mecha de la historia del manga. No es el Gundam que pusieron en Odaiba durante el año pasado, pero igualmente impresiona.
Después quisimos ir a ver Harborland, una zona del puerto donde hay una noria y una torre que se iluminan por la noche. ¿Y que pasa si no sabes muy bien por donde ir a un lugar que no conoces? Pues que o bien te pierdes o das una vuelta del copón. Nosotros elegimos la segunda opción, y nuestros pies, que estaban resentidos de la carrera a la estación en Himeji, empezaron a dar señales de fatiga. Mi tobillo izquierdo me dolía horrores y caminaba fatal, pero fuimos despacito y disfrutando del Kobe más industrial.
Ya anocheciendo llegamos a Harborland; como recompensa por la caminata y porque nosotros lo valemos decidimos darnos un capricho y probar la ternera de Kobe, considerada por muchos como la mejor carne del mundo. Y realmente su fama no desmerece: es tierna y muy jugosa por tener vetas de grasa distribuidas por todo el músculo, casi se deshacía en la boca. Tengo que confesar que al ver las fotos de la carne cruda, no me atraía la idea de probarla, demasiada grasa veía yo, que soy amante de la chicha, pero me alegro de haberla probado. No sabría decir si es mejor que la argentina o la extremeña, pero creo que merece la pena gastarse el dineral que vale aunque sea para probarla.
En el baño del restaurante comprobé que tenía una tendinitis en el talón de Aquiles, y me dí un líquido que compramos Goiuri y yo en una farmacia gracias a Vicente unos días antes, me alivió el dolor y pude seguir la marcha. Para cuando salimos del local ya era de noche y las vistas eran muy bonitas.
Nuestra última parada era el Memorial Park, en recuerdo de las víctimas del terremoto de 1995. La lástima es que al ser de noche algunas cosas no se veían bien, pero es escalofriante. Han dejado un muelle que había en ese sitio tal cual quedó después del terremoto, y te haces una idea de cómo fue. Luego había fotos y placas explicando la magnitud del desastre y la reconstrucción, y lo que más me impresionó fue una maqueta de Kobe que durante un vídeo que se veía al lado iba ilustrando con luces los incendios y las zonas afectadas.
Como se nos hizo muy tarde casi perdemos los trenes de vuelta, menos mal que con la Tarjeta de Poder pillamos uno que iba casi directo de vuelta a Kioto. Yo ya estaba que no podía con mi alma, así que después de comer un bol de yakitori con arroz y de empastillarme con ibuprofeno y el potingue japonés me acosté esperando que hiciera algo de efecto.
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15 días por Japón día 05: Nara
– Escrito originalmente el 2 de abril de 2010 –
Gracias a la nieve del otro día, anoche me acosté con fiebre y a pesar del pastillazo que me tomé amanecí hecha mierda. Así que nos tomamos el día de tranqui y fuimos a Nara, que está cerquita de Kyoto. La ciudad es conocida por albergar el templo de Todaiji y la cantidad de ciervos sueltos que hay por los parques de alrededor.
Los ciervos son pequeños y se pueden comprar galletas de arroz para darles de comer, cosa que los japoneses y los extranjeros se pirran por hacer (yo no, no tenía muchas ganas de enredar, aunque me hubiera gustado). Pero hay que tener cuidado, porque los ciervos no dejan de ser animales y ya sabéis cómo son los bichos cuando hay comida de por medio….se vuelven bestias sin piedad.
Los bambis abrían los ojos un montón en cuanto divisaban manos con galletas y salían detrás de la gente; no sé vosotros, pero a mí me daba mal rollo ver cómo perseguían a la gente, y por lo visto a veces muerden y dan topetazos. Por desgracia no ví nada de eso.
Todai-ji es el edificio de madera más grande del mundo, y eso que lo que hoy en día se puede ver es una reconstrucción que hicieron tras un incendio que tiene el 70% del tamaño original. Impresionante.
Y ahora viene la aventura, porque yo pachucha como estaba no tenía ganas de trote, pero adivinad lo que había a montones en Nara: mogollón de turistas, extranjeros y japoneses, porque Nara es un destino de vacaciones habitual. Así que estaba PETADÍSIMO de gente. Y con ese ambientazo, nos metimos a ver el Todai-ji.
Hacerme una foto en la entrada fue como una prueba del Grand Prix, qué horror. Y si no fuera suficiente, mientras grababa un vídeo, una señora me empujó y casi me caigo de bruces, ¡qué poca educación, copón!
Dentro del templo hay un Buda de bronce enorme y otros dos budas más «pequeños» de metal a los lados y más estatuas de las que no te puedes llevar a casa.
También hay un agujero en una de las vigas, que según se dice, si puedes pasar por él, tendrás buena suerte. Lo ví y cabía en él seguro, pero la cola era tal que preferí pasar (NOTA: Y ahora ya no quepo 🙂 ). De camino a casa paramos en un restaurante donde nos comimos un cerdo empanado con arroz, para variar, muy rico y muy caliente, creo que casi me quedo sin lengua esta vez.
Luego por la tarde, tranquilamente nos dirigimos a Nagaoka a hacerle una visita a Vicente, que nos había acompañado durante sus días libres y hoy ya tenía que trabajar. Su restaurante se llama Alegre y es muy pequeñito, pero muy cuco, como se suele decir. Su mujer Ayaka es muy maja, y nos comimos unas albóndigas con salsa verde, pollo al ajillo, un arroz con tomate y una paella sevillana que, sin duda fue un gran descubrimiento, no había probado el arroz de esa manera y está buenísimo (NOTA: Por desgracia, el restaurante Alegre cerró hace unos años 🙁 ).
Estuvimos con una amiga suya a la que da clases de español y que tenía muchas ganas de hablarlo, una lástima que nos explicáramos tan mal y todos habláramos de forma distinta (dos vascos, una extremeña y un medio madrileño…tela xD), la pobre a veces no se enteraba. Les descubrí el Valle del Jerte, a ver si alguno se anima a visitarlo otro año, que mola mucho 😉
Y después de asaltar una tienda de todo a 100 yenes (¡¡caramelos con colágeno!!), nos fuimos pa casita, que eran más de las 12 y nos iban a cortar los trenes en nada. Tenemos que visitar otra vez Nagaoka, es una ciudad muy tranquilita, podría vivir en ella.