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El Mirador de San Nicolás, las mejores vistas de la Alhambra
Este verano hicimos una visita a Granada, una ciudad de la que habíamos oído maravillas y teníamos muchas ganas de conocer. Antes de poder visitar el último reducto musulmán en España, pudimos contemplarlo en el Mirador de San Nicolás, sin duda el mejor lugar para tomar una fotografía de la Alhambra.
Pasamos un fin de semana deambulando por sus calles y visitando sus monumentos y nos alojamos en pleno barrio del Albaicín, en un precioso edificio del siglo XVI rehabilitado que encontramos gracias a Wimdu. El dueño además nos dió un mapa turístico y nos indicó los lugares de mayor interés y dónde podíamos tomar buenos pinchos.
Este barrio es el centro para muchos granadinos y la parte con más historia de Granada, con sus calles laberínticas típicas de las ciudades musulmanas; en él encontramos muchos bares y restaurantes que ofrecen espectáculos de cante y baile, y se encuentra el Museo del Flamenco. Otro de los muchos atractivos que tiene esta parte de Granada, preciosa y con mucho encanto, es el mirador de San Nicolás, situado en la plaza del mismo nombre. Al estar en una colina (muy empinada, por cierto), ofrece una vista de la Alhambra en todo su esplendor, y como la casa donde nos alojábamos estaba el pleno casco histórico pudimos ir dando un corto paseo.
En la plaza de San Nicolás suele haber algún cantaor flamenco dispuesto a deleitarnos con su arte mientras disfrutamos de la puesta de sol, sin duda el mejor momento para contemplar la impresionante Alhambra. La única pega que le vimos al mirador fué que estaba abarrotado y casi había que luchar para conseguir un buen lugar. Aún así merece la pena subir y ver el atardecer, ¡es impresionante!
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El castillo de Belvís
Por la autovía A-5 en dirección a Trujillo podemos encontrar el pueblo de Belvís de Monroy. Nadie diría que este pueblecito a 20 km de Navalmoral de la Mata tuviera algo digno de visitar, pero si pensáis eso estáis muy equivocados, pues el castillo de Belvís es una fortaleza muy curiosa y, a pesar de su mal estado de conservación, impresionante.
Durante la Reconquista, el rey Sancho IV necesitaba que se repoblaran las zonas arrebatadas a los árabes, y para proteger a los valientes que decidían instalarse otorgó poderes a un caballero, que comenzó a edificar la una fortaleza en el señorío de Belvís en el siglo XIV. Durante los 100 años siguientes este enclave sufrió asedios y ataques por parte de bandoleros y los señores del castillo de Monroy, parientes de los señores de Belvís; esto supuso que alrededor de la torre que constituía la plaza fuerte se edificaran murallas y estructuras de sólido granito que conformaron un castillo en condiciones de soportar los continuos asaltos. Esta parte es la que mejor se conserva y ofrece una vista espectacular desde la cara sureste. Las disputas entre las dos familias terminaron solucionándose casando a los hijos de ambas familias, Isabel de Almaraz y Hernán Rodríguez de Monroy, con lo que los señores de Monroy se hicieron cargo del señorío y su castillo (de ahí el nombre del pueblo).
Ya en el siglo XVI, sin tanta batalla y más preocupados por las comodidades y el lujo, los nobles del castillo fueron añadiendo dependencias que lo hacían más habitable y señorial. Esto continuaría en los dos siglos posteriores, con lo que tenemos en esta fortaleza un conjunto de estilos arquitectónicos muy curioso: medieval, renacentista, gótico, plateresco y barroco. Sin embargo, al tener más elementos decorativos en adobe y ladrillo, las últimas ampliaciones del castillo se han deteriorado enormemente y no queda nada prácticamente de ellas, aunque se conservan algunos detalles.
Actualmente el castillo de Belvís se encuentra en estado de ruina, aunque se han hecho algunos trabajos de restauración para facilitar su acceso como escaleras y andamios que nos permiten acceder a la ronda por las murallas y la parte alta de la torre del homenaje. Las vistas que se pueden disfrutar son tremendas, pues el castillo domina toda la comarca del Campo Arañuelo. Como todos los castillos medievales, se encuentra en un enclave privilegiado para vigilar sus dominios y merece la pena hacer el esfuerzo de subir (con cuidado) y sentarse a contemplar una puesta de sol. Como en muchos otros castillos españoles, su estado de conservación es pésimo y aunque su entrada sea libre, no está libre de cierto peligro para los exploradores más intrépidos.
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Los caminos de torii de Fushimi Inari
Uno de los lugares que más me gustó de nuestro viaje a Japón fue Fushimi Inari, un santuario muy particular y uno de los lugares más famosos de Kyoto. Lo que lo diferencia de los demás son los caminos formados por torii que recorren toda la colina donde se sitúa.
Inari es el dios sintoísta del arroz y la agricultura, y sus templos están flanqueados por estatuas de kitsune, un ser mitológico con forma de zorro al que se le otorgan poderes como la transformación, volar y sabiduría. Son considerados los sirvientes de Inari y al dios se le representa en ocasiones como un kitsune. En la colina donde se encuentra hay multitud de pequeños templos sintoístas y a ellos se llega por los caminos cubiertos de torii, formando verdaderos túneles rojos.
Estos pórticos de madera son casi todos donaciones de particulares o empresas al templo para conseguir la protección de Inari, y por la parte de atrás puede leerse a quién pertenece; un detalle que si sabes japonés le quita mucho glamour al lugar, ¿no creéis? También hay un camino que recorre un pequeño bosque de bambú, que aunque no es tan impresionante como el de Sagano, merece la pena recorrerlo y escuchar el chocar de los troncos cuando hace aire.
Nosotros estuvimos al atardecer y fue como transportarse a otra época; la tranquilidad que se respira y se siente mientras caminas da la sensación de no estar en una urbe japonesa, sino en mitad del campo. Realmente, por mucho que os diga lo especial que es este lugar, no hay palabras para describir las sensaciones que te proporciona un lugar así. Es algo que debéis experimentar por vosotros mismos.
Recursos:
- Galería de fotos de Fushimi Inari en flickr
- Ubicación en Google Maps
- Post sobre Fushimi Inari en el blog ‘Un español en Japón’
Plantando árboles con YokMok y el «Proyecto Tree Lovers»
Este fin de semana hemos participado en una de las iniciativas de concienciación medioambiental que realiza YokMok, el Proyecto Tree Lovers, consistente en plantar árboles para compensar la emisión de CO2 de nuestros viajes. Viajaríamos hasta Cañamero, en la comarca de las Villuercas (Extremadura), para repoblar los montes de los alrededores.
En Julio de 2005, un terrible incendio asoló la zona de las Villuercas-Ibores, quemando en tan sólo unas horas 12000 hectáreas de bosque y poniendo en peligro a los vecinos de varios pueblos en los que el fuego llegó a estar a 200 metros de uno de los pueblos. En aquella ocasión se sobrepasó la «regla del 30» que dicen los agentes forestales: más de 30º (había 40), vientos de 30 km/h (había 42 km/h) y humedad relativa del 30% (5% aproximadamente), de ahí que en tan sólo unas horas ardiera la misma superficie que en Guadalajara en 1 semana, en otro gran desastre de ese mismo verano.
Los pinos y los eucaliptos han vuelto a poblar la zona, pero hacen falta el resto de especies de la zona, cuyas semillas no sobrevivieron al incendio. En compañía de un agente forestal, que nos sirvió de maestro y guía en la tarea, realizamos una labor de replantación o sustitución de los arbolitos que no habían seguido adelante por otros nuevos. Las nuevas plantas había que meterlas en un tubo de plástico biodegradable para protegerlas de los ciervos y corzos de la zona, que ven en los plantones un manjar por sus hojas tiernas; debíamos clavar en la tierra los cilindros y asegurarlos a un hierro guía con alambres para evitar que el viento los doblase. Las especies que plantamos eran autóctonas: encinas, alcornoques, castaños, madroños y robles que podrán devolverle el esplendor a las montañas de Cañamero.
Además de la actividad de plantación de árboles, hicimos un pequeño tour por uno de los sitios geológicos del reciente Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara y su centro de interpretación, y por Guadalupe, un pueblo medieval con un enorme tesoro arquitectónico como es su monasterio, con lo que nos quedamos con muchas ganas de conocer más a fondo una zona que aún tiene mucho que ofrecer 🙂